Mensaje por error

ASeneka

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Inicio aquí la publicación de mi último relato:

MENSAJE POR ERROR

Una historia de infidelidad llena de mentiras y manipulación.

Espero que os guste
 

ASeneka

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Un mensaje que llega a quien no debe, un secreto que deja de serlo, una obsesión adolescente por la nueva pareja de su padre.

Una historia llena de mentiras, manipulación, secretos inconfesables y una infidelidad cruel
.

ARAN SENEKA
 

ASeneka

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El vídeo​



El móvil emitió su característico tono al recibir un mensaje. Marta, sentada en su sofá frente al televisor con el volumen al mínimo, dejó la revista sobre sus piernas y se hizo con el aparato, molesta por la pequeña interrupción.

Era de Cristian, el hijo de su pareja.

No había texto, solo un vídeo, algún meme, seguramente. La sorpresa fue mayúscula al iniciar la reproducción. En la secuencia de imágenes solo aparecía una polla de considerable tamaño y la mano de quien la meneaba. Alguien se estaba masturbando.

El susto fue desagradable y más sabiendo de quién provenía. Chasqueó la lengua y frunció el ceño, molesta. Nunca hubiera esperado de ese chico ningún mensaje de referencia sexual. Y, aunque siempre se refería a él como su “ahijado” de forma coloquial y en tono de broma, su relación era distante, sin terminar de congeniar. No obstante, reprimió las ganas de apagarlo y continuó visionándolo a la expectativa de que el meme derivara en algo sumamente gracioso.

Pasaban los segundos y empezó a impacientarse, incómoda por verse compartiendo con el muchacho vídeos de esa índole. Siempre había sido un chico difícil, quizás porque no la aceptaba como la pareja de su padre. Y lo entendía, ella no dejaba de ser “la otra”. Como también entendía que se hiciera mayor y comenzara a disfrutar del lado prohibido de la vida, aunque no colegueando con ella, precisamente. Seguramente se lo enviaría por error.

Pasaba el tiempo, y el meme parecía un simple vídeo porno. Aun así, suspiró resignada dando un último voto de confianza a la espera del final sorprendente que hiciera que mereciera la pena verlo por completo.

Se recostó hacia atrás, poniéndose cómoda y apoyando el codo sobre la otra muñeca, pantalla en alto.

La polla, completamente erecta, apenas cabía en la mano que la meneaba. Era una polla grande. Grande y dura. Grande, dura y… muy bonita.

Carraspeó y se ajustó el cuello de la camisa inconscientemente. En el fondo, el vídeo no estaba nada mal. Un enorme y seductor glande coronaba lo que parecía la polla perfecta. Un hondo suspiro abandonó su pecho a la vez que se mordía el labio inferior. Se atusó el pelo y miró hacia la puerta del salón por acto reflejo, como si alguien pudiera entrar de sopetón y descubrir su húmedo deleite.

De repente, la enorme polla empezó a eyacular, barbotando largas cantidades de blanco fluido que se deslizaban por los dedos hasta alcanzar los testículos. Parecía que no iba a dejar de manar nunca en una corrida espectacular. Marta apretó las piernas y exhaló un nuevo suspiro.

Levantó una ceja preguntándose si éste sería el sorprendente final que pretendía mostrar el vídeo y se pasó la lengua por los labios resecos. La cámara del móvil con el que se grababan las imágenes cambió de ángulo. El pajillero se enfocó a la cara en primer plano y habló en susurros dentro de lo que parecía ser el interior de un baño público.

—Reto cumplido. Ahora te toca a ti.

Lanzó un beso a la cámara y el vídeo terminó dejando la imagen estática de su enorme sonrisa ocupando toda la pantalla hasta que ésta se fundió al negro.

El susto que se llevó fue de muerte, tanto que casi se le cae el móvil. Lo apagó y lo echó a un lado aún con la boca abierta y los ojos como platos. Había reconocido al pajillero al instante. Apenas unas horas antes le había preparado el desayuno antes de verle salir por la puerta en dirección a la universidad como cada día.

Cerró los ojos y se masajeó las sienes.

—Joder, qué bochorno.

Era Cristian y el vídeo debía ser para su novia. Lo peor era que él sabría que lo había visto debido al doble check azul. No iba a poder mirarle a la cara en un millón de años.



— · —​



Cristian estaba en clase de cálculo en su primer año de universidad, repantingado tras su pupitre, mirando a la gente que le rodeaba. Absorto en sus pensamientos mientras la profesora garabateaba la pizarra. La clase era un ladrillo y la asignatura no le estaba resultando fácil de digerir. Aun así se encontraba feliz.

Unas filas más adelante, un grupito de alumnos parecía tener una conversación animada sobre algún tema relacionado con la asignatura. Alumnos cutres, de rostros cutres, hablando de temas cutres. Futuros perdedores con acné. Porque derrochaban acné por todos sus poros. Y virginidad.

Cristian no era como ellos.

Él era un triunfador, un líder. Y en el tema sexual les sacaba un mundo de diferencia. Su físico, su carácter de conquistador y su cara dura le habían proporcionado desde muy temprano acceso a un mundo que aquellos perdedores no podían ni imaginar.

Pobres borregos, preocupados por sus miserables vidas, sus comics y sus películas para niños grandes, cuyo logro más importante era conseguir ver las bragas de alguna compañera al agacharse con una falda más corta de lo habitual.

Mientras tanto, él se hinchaba a follar con su novia Cristina. Una chica espectacular con un culo de infarto. Y lo mejor de ella no era su físico, ni su preciosa cara con aquellos labios que le volvían loco, sino su madurez. Pese a que era más joven, tenía más mundo que él en cinco vidas suyas juntas y, en el plano sexual, no tenía comparación. Con ella había experimentado más que en toda su existencia.

El lema entre ellos era: CONTIGO, TODO.

Y eso hacían, de todo, sin tabúes. Follaban como animales. Y lo mejor era que no se cansaba nunca. Siempre había algo nuevo y excitante por hacer. Nada de anclarse en el sexo convencional.

Lo último había sido grabarse en los aseos de la universidad, en el descanso entre clases, y enviárselo a ella. No pudo resistir la tentación de ojear la pantalla del móvil para ver lo que decía. Pero, para su desgracia, no encontró el icono de mensaje entrante.

Acabó la clase y volvió a ojear el móvil, impaciente. De nuevo, nada. Frunció el ceño y abrió la aplicación de mensajería instantánea. En el chat pudo leer las últimas líneas de conversación con Cristina. Le sorprendió que no apareciera el vídeo que acababa de grabar.

«Juraría que había adjuntado el archivo», pensó. Retrocedió hasta visualizar los últimos chats cuando un relámpago de angustia le golpeó el estómago al ver el de la compañera de su padre en el primer lugar, justo encima del de Cristina.

—No, no, no. No puede ser.

Sus temores se confirmaron. El vídeo estaba allí. Enviado, recibido y, para su desesperación, visto.

Un mareo llegó desde detrás de la nuca mientras su respiración aumentaba como si hubiese acabado de correr los 100 metros lisos. Los latidos del corazón golpeaban sus sienes y a sus oídos dejaron de llegarle sonidos del exterior de su cabeza.

Intentó borrar el vídeo con movimientos torpes de sus dedos temblorosos pero, a estas alturas, ya no serviría de nada. Quería llorar. Quería gritar. «Qué bajón, la novia de mi padre viendo pajearme».

Marta, su actual pareja, le enojaba e intimidaba a partes iguales. Era una mujer fría que le tenía absorbido el coco a su padre. Desde que estaban juntos, su progenitor, ya no se acordaba de la que había sido su mujer durante casi veinte años, su madre. Marta la había desplazado por completo.



— · —​



Cuando llegó a casa al mediodía, su padre y ella se encontraban en la cocina. La voz de él era perfectamente reconocible. Cerró los ojos con fuerza y tragó saliva. «Mierda», pensó. Si había algo peor que enviarle un vídeo porno de sus pajas a Marta, era que su padre se enterara. Respiró hondo y rezó por su discreción. «Que no se lo haya dicho, por Dios».

Se quedó bajo el quicio de la puerta de la cocina, expectante. Su padre estaba sentado de espaldas a él, en el fondo de la estancia. Marta, trasteando entre los cacharros en la encimera, lo miró de reojo, pero no dijo nada. Casi pudo sentir su desprecio.

Caminó hasta la mesa pasando detrás de ella. Cuando llegó a la altura de su progenitor, lo rodeó y se colocó frente a él, tomando asiento lentamente. Por la actitud y los comentarios que hizo a continuación, dedujo que no sabía nada del tema.

—¿Qué tal, tigre? ¿Les has dejado anonadados con tus conocimientos?

—Bueno —dudó—, más bien no. Ya sabes, ante todo humildad.

—Ese es mi chico. Chócala. —Levantó la palma de la mano esperando el saludo.

—Prefiero no hacerlo, me siento ridículo.

—¿Saludo de meñiques? —dijo levantando el dedo pequeño.

—Eso es de críos. Tampoco voy a hacerlo.

—Bien dicho. Has pasado la prueba. Ahora sí que eres un hombre.

Su padre mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Siempre estaba de broma. Era un hombre afable y de buen conformar. Le guiñó un ojo que le tranquilizó y le ayudó a relajarse. Otra cosa fue Marta que apenas le dirigió la palabra en toda la comida. Si bien, tuvo la deferencia de no delatarle.

Para ella tampoco fue plato de gusto bregar con aquella situación. El chico que ella conoció cuando comenzó a salir con su padre, se había convertido, de repente, en todo un hombre hecho y derecho; un hombre con una polla muy grande. Y ahora no podía quitársela de la cabeza, manando chorros de semen en un vídeo tan obsceno como bochornoso.

En la mesa evitó mirarle a los ojos fingiendo interés en el mantel o en su vaso mientras sus dedos juguetean inquietos con la servilleta en un ademán persistente.

Durante el resto de la tarde las cosas no mejoraron en absoluto. Marta se mantuvo distante y él, terminó por recluirse en su cuarto, estudiando.

Tampoco en la cena la cosa fue mejor. Un calco de la comida. Miradas de soslayo y silencios incómodos que duraron hasta la hora de acostarse, donde ocupó gran parte del tiempo interactuando con Cristina a quien le había ocultado deliberadamente su desliz con el vídeo. No quería que pensara que era descuidado con ese material tan sensible y, ni por asomo, estaba dispuesto a dejar de recibir ningún tipo de elemento explícito que su novia pudiera enviarle.

En el dormitorio adyacente, al otro lado de la pared, tampoco las cosas eran distintas. Marta no conseguía leer dos líneas seguidas de su libro mientras esperaba paciente a su amado para dormir.

Mario solía reposar la cena en el sofá mientras recorría los canales de la televisión antes de darse por vencido e ir a acostarse.

Cuando lo vio llegar al dormitorio, cerró su libro y se fijó en él mientras se desvestía. De repente se dio cuenta de que deseaba tener sexo. Se pegó a su espalda en cuanto se metió en la cama y le susurró un leve gemido en su oído.

La seña.

Apenas se volvió hacia ella.

—Vaya, lo siento, mi coronel, pero creo que este soldado no podrá ponerse firme. He tenido un día de mierda. Menuda guerra en el curro.

—Entiendo. ¿Ha habido heridos?

—Solo uno, pequeño y muy calvo.

Marta sonrió con ternura y mesó el cabello de su amor.

—Podría reanimarlo. Soy muy buena en tareas de ese tipo.

—Sí, he oído hablar de usted, doctora Zorrinton —dijo Mario mostrando una sonrisa ladina a la vez que se giraba un poco más hacía ella—, pero le aseguro que este pequeño cabrón está bien jodido. No conseguiría tomar la colina.

Marta sonrió por sus ocurrencias. Había captado el mensaje y no insistió más. Sin embargo, él notó su decepción.

—Amor, tú sabes que siempre estoy dispuesto a entrar en batalla —insistió—, pero justo hoy estoy hecho polvo. Me caigo de sueño.

—Lo sé, tranquilo, no pasa nada.

—Otro día, ¿vale? Mañana te prometo que…

—Ssssshh —silenció ella con dulzura—. No pasa nada, descansa. Otro día.

Se recostó a su lado intentando coger algo del sueño que a su novio le sobraba.

—Te puedo hacer una paja. ¿Quieres? —dijo girándose hacia ella.

Marta, bocarriba y con los ojos cerrados, fingió dormir. No lo culpaba por no poder montarla, pero la masturbación, como sustitutivo del coito, siempre le pareció algo frío y mecánico.

Aun así, no frenó su mano cuando éste comenzó a palparla. Un mínimo gesto, como un calambre, le indicó que ella reaccionaba a sus caricias. Y así, momentos más tarde, en mitad de la oscuridad y tapándose la boca con el dorso de la mano, terminó por correrse entre espasmos y con la espalda arqueada mientras su amante tocaba las mejores teclas de su cuerpo.

Además y aunque no lo buscase, él también terminó corriéndose. Ella no había parado de meneársela con una obstinación fuera de lo normal hasta que éste terminó por eyacular dentro del calzoncillo al compás de los gemidos de ella.

Acto seguido, ambos yacieron a cada lado de la cama. Mario había caído dormido como un tronco. En cambio ella seguía sin conseguir conciliar el sueño.

Su corazón seguía bombeando con velocidad y su cerebro era como si recibiera litros de cafeína que le impidieran descansar. Sacó una mano de entre las sábanas y la colocó frente a su cara, intentando verla a través de la penumbra. Era la que había utilizado para la paja de su amado. Todavía quedaban restos viscosos de semen. Lo palpó al tacto y cerró los dedos como si estuviera agarrándolo de nuevo. Visualizando su miembro bajo la tenue luz que entraba por la ventana.

Sin saber muy bien por qué, alcanzó el móvil que tenía sobre la mesilla y, con cuidado de no despertar a su cónyuge, reprodujo el vídeo de su ahijado. Se había acurrucado en su rincón de la cama ocultando la luz de la pantalla y había quitado el sonido. La diferencia de tamaño era considerable. La mano de él no abarcaba todo el miembro que permanecía inhiesto como un mástil. Cuando se quiso dar cuenta, el video había llegado hasta el final.

Lo reprodujo de nuevo, tal vez sin darse cuenta o quizás porque necesitaba volver a verlo, asombrándose con las imágenes tan perturbadoras como obscenas.

De repente el sonido de un mensaje entrante la sacó de su abstracción y dio un brinco asustada.

Cristian_

Lo has visto verdad?

El estómago le dio una descarga. No le apetecía lo más mínimo mantener con él una conversación sobre un asunto tan incómodo. Por otra parte, él sabía que estaba conectada en ese momento y, eludir el problema haciéndole el vacío, podría volverlo más en su contra. Tras unos momentos de duda, decidió responder y tratar el tema con todo el tacto posible. Al fin y al cabo, no dejaba de ser el hijo de su consorte.

Le temblaban los dedos.

Marta_

Si​

Cristian_

Joder, lo siento.

Marta_

No pasa nada.​

Cristian_

Q vergüenza he pasado.

Marta_

Tranquilo, a todos nos puede pasar algo así.​

Cristian_

Ya, pero, que me hayas visto ahí, como un salido…

Marta_

No voy a hacer un drama de eso. Por lo que a mi respecta, esta todo bien.​

Se hizo un silencio tan incómodo como largo que no supo si era una pausa de su charla o el final de la conversación.

Cristian_

Me muero de pensar que lo hayas visto. Y encima… así.

Marta dudó. Nunca había intercambiado tantas frases con él y menos de un tema tan incómodo.

Marta_

Ya está, Cristian. No le demos más vueltas. Es... natural. Supongo.​

Cristian_

No sé si lo dices por quedar bien, o si en verdad te pareció horrible.

Marta cerró los ojos un segundo y resopló. Tecleó despacio.

Marta_

No me pareció horrible​

Cristian_

En serio?

Marta_

Mira, no te voy a decir que fuera agradable recibir algo así y menos viniendo de ti. Me chocó. Mucho. Pero… no sé. No me pareció grotesco. Solo… muy íntimo.​

Cristian_

¿Y… te pareció… demasiado?

Marta frunció el ceño y parpadeó confundida. Tuvo que releer el texto varias veces intentando comprender lo que quería decir. ¿Demasiado qué? ¿explícito? ¿grande?

Sopesó su respuesta con cautela.

Marta_

Fue inesperado, pero no. No me pareció… fuera de lugar. Técnicamente, es tu cuerpo. Y es… bueno, es evidente que tienes… buena salud.​

Cristian estaba tumbado en su cama, sujetando con ambas manos el móvil sobre su cara. Se incorporó como un muelle. Esto se ponía interesante. Se pasó la lengua por los labios, eligiendo con cuidado sus palabras para no dar un paso en falso.

Cristian_

Buena salud? Te refieres a que tengo buena… forma?

Marta_

Cristian. No me hagas hablar más de esto, por favor. Bastante incómodo ha sido todo. Mejor dejémoslo aquí.​

Cristian_

Perdona, solo quería asegurarme de que me ves normal y que no me odias.

Marta_

Como voy a odiarte, por Dios. Lo que pasa es que… quiero pasar página y olvidar todo el asunto de la paja, nada más.​

El adolescente no dejaba de mirar la pantalla como un perro que mira un hueso a través de una ventana. La conversación con la pareja de su padre le estaba dando puro morbo exhibicionista. Marta, tan seria, tan distante… observando su vídeo de “La Paja”.

Cristian_

Una última cosa, ¿vale?

Ella tardó más en responder.

Marta_

Qué?​

Cristian_

Tú crees que es normal? El tamaño, digo.

Marta tragó saliva. Quizás era lo más destacable del vídeo, a parte de la cantidad de semen que manó de su miembro. Aun así, no quería responder a eso. No era un tema a tratar con el hijo de su pareja.

Marta_

Bueno… es… generosa.​

Cristian_

Sí?

Marta_

Es decir… no me esperaba que fuera tan... exuberante.​

Cristian sonrió lobuno. «Lo sabía».

Cristian_

Entonces… te parece grande?

Marta_

Ay, no soy experta en esto, Cristian.​

Cristian_

Es que… tengo mis complejos, sabes? y q te lo parezca me sube la moral.

Marta_

Pues si, estate tranquilo. Con ese tamaño no tienes por que estar acomplejado.​

Una pequeña contracción le oprimió el estómago mientras su polla se endurecía todavía más. La conversación se estaba volviendo mucho más morbosa.

Cristian_

Vale, vale, gracias. No sabes el subidon que me das. No te molesto mas.

Marta_

No me molestas. Y entiendo que te preocupe a tu edad. Que duermas bien.​

Cristian_

Te deseo lo mismo. Siento haberte hecho pasar por todo esto. Te pegarias un buen susto cuando viste el video.

Intentaba continuar la conversación, el morbo era muy fuerte como para dejarlo aquí. Esperó paciente durante demasiado tiempo y, cuando ya iba a apagar el móvil, entró un mensaje de ella.

Marta_

Fue una sorpresa, sí.​

Sonrió y se frotó la barbilla, eligiendo las palabras con cuidado. No olvidaba que estaba hablando con la cuasi mujer de su padre. Podría caerle la del pulpo si se pasaba de listo e iba a su padre con el cuento. Justo cuando empezaba a escribir su siguiente comentario, entró un nuevo mensaje.

Cristian_

Todo el tema de la escena porno. Y la eyaculación por toda mi mano.

Marta_

Ya, parecias un volcan.​

Cristian_

Jajaja, tampoco t pases.

Marta_

Lo digo en serio. Me impresionó muchísimo. No imaginaba q se pudiera tener tanta cantidad.​

Cristian_

Pues si eso te parece mucho, deberías haber visto una vez que me corrí en la cara de Cristina. La dejé bien guapa.

Marta_

Ay, por dios, Cristian. Pobre muchacha. pero por q le hiciste eso???​

Cristian_

No, a ver, eso no es nada malo. Ella me lo pide. Le gusta que me corra sobre ella. Tambien las tetas….

Marta_

T lo pide ella? que la humilles?​

Cristian_

No… es decir, sí. A ella le gusta sentirse… no sé como decirlo… sucia. Correrme sobre su cara es el clímax de una humillación consentida

Cada mensaje o cada réplica de Marta tardaba bastante tiempo en llegar. Como si le costase asimilar la información proporcionada por él o como si su lenguaje soez repeliera que siguiera hablándole. A Cristian sin embargo la conversación le estaba haciendo arder la sangre. Sin darse cuenta, empezó a pajearse por encima del calzoncillo.

Cristian_

Tb a mí me gusta. sobre todo cdo estamos en su casa. Metidos en su habitación mientras sus padres ven la tele en el salón.

Marta_

Lo hacéis en su casa con sus padres dentro!!????​

Cristian_

es lo que más mola. Precisamente en uno de esos días fue cuando grabe la corrida sobre su cara que te comentaba antes.

Marta volvió a guardar silencio. La casilla en la pantalla donde se indicaba si la otra persona está escribiendo, aparecía vacía.

Cristian_

quieres ver cómo me corro en su cara?

Se hizo un largo silencio que Cristian soportó dando golpecitos con los pulgares en el canto del móvil.

Marta_

creo que no.​

Cristian_

si lo vieras ibas a flipar. Cristina me había tenido cinco días castigado sin pajearme por culpa de un juego que tenemos entre los dos. Tenía las pelotas llenas.

Se mordió el labio inferior y sonrió a la vez que aceleraba las caricias sobre sus partes. Utilizaba palabras vulgares y lascivas. Decírselas directamente era tremendamente morboso.

Marta_

cinco días te parece mucho tiempo?​

Cristian_

teniendo en cta q me pajeo cada día. En ocasiones hasta 3 veces…

De nuevo Marta tardó más de lo normal en escribir. Cristian se impacientaba por leer los comentarios sobre su vida sexual. Excitado por exponerse ante ella.

Marta_

dónde?​

Cristian_

en casa.

Marta_

pero dónde?​

Cristian_

pues… a veces en la ducha. Otras, en el váter, pero generalmente me las hago en mi cuarto, a la noche, antes de dormir.

Se pasó la lengua por los labios, esperando ansioso la réplica, pero pasaban los segundos y Marta no decía nada. Se la estaba meneando en toda regla a la espera de más material exhibicionista que alimentara su paja. Pensó en Cristina y si eso pudiera considerase como infidelidad. Después pensó en si Marta supiera para qué estaba sirviendo en realidad su conversación.

Cristian_

es la mejor hora, sabes? Después de pajearme me quedo tan relajado que duermo toda la noche como un bebé.

Tiró de nuevo el anzuelo a la espera de una réplica, pero nada. Sin respuesta. Auscultó la pantalla impaciente. Por fin la cabecera del chat indicaba que ella estaba escribiendo. El tiempo que tardaba en enviarlo parecía eterno.

Marta_

y el semen? Tendrás que limpiarlo con algo, no? O dónde lo echas?​

Sonrió. La pareja de su padre empezaba a utilizar las mismas palabras vulgares que él. Eso hacía la conversación más excitante, más sucia.

Cristian_

sobre mi tripa. Luego me limpio con pañuelos q guardo en el cajón de abajo. A la mañana siguiente los echo por el váter cuando me levanto a orinar antes de que os despertéis alguno de vosotros.

Esta última confesión le puso a mil. El ritmo de la paja estaba siendo frenético. Estaba a punto de correrse. Revelar a la consorte de su padre detalles tan íntimos sobre sus pajas era como una suerte de exhibicionismo morboso. Se mordió el labio inferior intentando aguantar. No quería correrse todavía. Aún no.

Cristian_

y tú, cuantas pajas te haces?

Silencio.

Cristian_

una al día, una a la semana?

Silencio.

Cristian_

te las haces en la cama o en la ducha?

De nuevo, silencio y la paja a punto de llegar a su fin.

Cristian_

dime!

Intentó aguantar hasta conocer su respuesta, pero no resistió más y se corrió con tanta fuerza que tuvo que cerrar los ojos y diluir los gemidos respirando a bocanadas. Soltó el móvil para poder hacerse con los pañuelos de la mesilla y limpiarse antes de que el semen se le escurriera de entre los dedos. Se aseó con impaciencia para poder recuperar el móvil lo más rápidamente posible.

Marta seguía sin decir nada. Un presentimiento de duda atravesó por su mente. Y se preguntó si no se habría pasado, fruto del calentón. Casi cuando estaba a punto de darse por vencido, llegó por fin la respuesta. Tajante, solitaria, concisa.

Marta_

Ninguna​

Acto seguido, dejó de estar en línea. Había salido de la aplicación.

—Mierda —se dijo—. Se ha mosqueado.

Releyendo la conversación se dio cuenta de que había quedado como un salido y un onanista empedernido. Y de hecho lo era. Un salido onanista que se pajea hablando de sexo con la que podría ser su madre. El calentón se le bajó de golpe. Justo cuando mejor parecía que iba todo.

Envió un escueto mensaje:

Cristian_

lo siento. Se me ha ido la pinza. Creo que me he pasado.

El mensaje no llegó a destino. Marta había apagado su teléfono.



— · —​



Al otro lado de la pared, Marta dejaba el móvil sobre su mesilla, enfadada. La situación se le había escapado de las manos, y la responsable de ello había sido ella. No era su colega, ni su confidente ni tampoco su mejor amiga, sino la pareja de su padre, su cónyuge.

Se odió a sí misma por haber permitido que la charla hubiera fluido hacia puertos tan perversos, por haber incitado a su ahijado a contarle sus rutinas sexuales en un diálogo morboso como si fuera una colegiala o, peor, una vieja verde. Al menos había tenido la lucidez necesaria de pararlo antes de que hubiera ido más lejos.

Abrió las mantas para airearse, estaba sofocada. En su mente revoloteaban las imágenes de Cristian meneando un enorme miembro, llenando pañuelos de semen que guardaba en un cajón apestando a almizcle. Sacudió la cabeza y dio gracias al cielo porque Mario, que dormía a su lado, no se hubiera enterado de nada.

«Mario», pensó. Su amor, su refugio, su hogar. Se pegó a él por detrás y lo abrazó, notando su respiración rasposa y profunda. Absorto, ingenuo.

Cerró los ojos e intentó dormir. Mañana sería otro día.


Fin capítulo I
 

Jugodevida

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Un mensaje que llega a quien no debe, un secreto que deja de serlo, una obsesión adolescente por la nueva pareja de su padre.

Una historia llena de mentiras, manipulación, secretos inconfesables y una infidelidad cruel
.

ARAN SENEKA
Hola Aran, bienvenido al foro, a pesar de no haberte presentado, ¡bueno, no lo has hecho formalmente, tu relato lo hizo de especial manera, no lo he leído aún pero me ha dado buena impresión, en un rato te leeré, a pesar de que acabas de registrarte en el foro, tu no eres nuevo en este mundo de la comunicación. Nos conoceremos con el tiempo. 😊
 

ASeneka

Virgen
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Hola, Jugodevida.

Tienes toda razón, he entrado al foro como un elefante en una cacharrería.

Imperdonable.

Soy escritor adicionado desde siempre pero utilizo el seudónimo de Aran Seneka desde hace un par de años, cuando decidí publicar de forma más seria. Tengo la intención de colgar aquí mi último relato completo a ver cómo cala entre los lectores de esta página. La idea es hacerlo a capítulo por semana y, entre tanto, leer los comentarios que vayan posteando.

Ya sabes, también de ego se alimenta el alma.

Tampoco espero mucho del relato, soy consciente de que no me conoce nadie y las primeras oportunidades hay que ganárselas con trabajo y tiempo.

Nos vemos.
 

Jugodevida

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El vídeo​



El móvil emitió su característico tono al recibir un mensaje. Marta, sentada en su sofá frente al televisor con el volumen al mínimo, dejó la revista sobre sus piernas y se hizo con el aparato, molesta por la pequeña interrupción.

Era de Cristian, el hijo de su pareja.

No había texto, solo un vídeo, algún meme, seguramente. La sorpresa fue mayúscula al iniciar la reproducción. En la secuencia de imágenes solo aparecía una polla de considerable tamaño y la mano de quien la meneaba. Alguien se estaba masturbando.

El susto fue desagradable y más sabiendo de quién provenía. Chasqueó la lengua y frunció el ceño, molesta. Nunca hubiera esperado de ese chico ningún mensaje de referencia sexual. Y, aunque siempre se refería a él como su “ahijado” de forma coloquial y en tono de broma, su relación era distante, sin terminar de congeniar. No obstante, reprimió las ganas de apagarlo y continuó visionándolo a la expectativa de que el meme derivara en algo sumamente gracioso.

Pasaban los segundos y empezó a impacientarse, incómoda por verse compartiendo con el muchacho vídeos de esa índole. Siempre había sido un chico difícil, quizás porque no la aceptaba como la pareja de su padre. Y lo entendía, ella no dejaba de ser “la otra”. Como también entendía que se hiciera mayor y comenzara a disfrutar del lado prohibido de la vida, aunque no colegueando con ella, precisamente. Seguramente se lo enviaría por error.

Pasaba el tiempo, y el meme parecía un simple vídeo porno. Aun así, suspiró resignada dando un último voto de confianza a la espera del final sorprendente que hiciera que mereciera la pena verlo por completo.

Se recostó hacia atrás, poniéndose cómoda y apoyando el codo sobre la otra muñeca, pantalla en alto.

La polla, completamente erecta, apenas cabía en la mano que la meneaba. Era una polla grande. Grande y dura. Grande, dura y… muy bonita.

Carraspeó y se ajustó el cuello de la camisa inconscientemente. En el fondo, el vídeo no estaba nada mal. Un enorme y seductor glande coronaba lo que parecía la polla perfecta. Un hondo suspiro abandonó su pecho a la vez que se mordía el labio inferior. Se atusó el pelo y miró hacia la puerta del salón por acto reflejo, como si alguien pudiera entrar de sopetón y descubrir su húmedo deleite.

De repente, la enorme polla empezó a eyacular, barbotando largas cantidades de blanco fluido que se deslizaban por los dedos hasta alcanzar los testículos. Parecía que no iba a dejar de manar nunca en una corrida espectacular. Marta apretó las piernas y exhaló un nuevo suspiro.

Levantó una ceja preguntándose si éste sería el sorprendente final que pretendía mostrar el vídeo y se pasó la lengua por los labios resecos. La cámara del móvil con el que se grababan las imágenes cambió de ángulo. El pajillero se enfocó a la cara en primer plano y habló en susurros dentro de lo que parecía ser el interior de un baño público.

—Reto cumplido. Ahora te toca a ti.

Lanzó un beso a la cámara y el vídeo terminó dejando la imagen estática de su enorme sonrisa ocupando toda la pantalla hasta que ésta se fundió al negro.

El susto que se llevó fue de muerte, tanto que casi se le cae el móvil. Lo apagó y lo echó a un lado aún con la boca abierta y los ojos como platos. Había reconocido al pajillero al instante. Apenas unas horas antes le había preparado el desayuno antes de verle salir por la puerta en dirección a la universidad como cada día.

Cerró los ojos y se masajeó las sienes.

—Joder, qué bochorno.

Era Cristian y el vídeo debía ser para su novia. Lo peor era que él sabría que lo había visto debido al doble check azul. No iba a poder mirarle a la cara en un millón de años.



— · —​



Cristian estaba en clase de cálculo en su primer año de universidad, repantingado tras su pupitre, mirando a la gente que le rodeaba. Absorto en sus pensamientos mientras la profesora garabateaba la pizarra. La clase era un ladrillo y la asignatura no le estaba resultando fácil de digerir. Aun así se encontraba feliz.

Unas filas más adelante, un grupito de alumnos parecía tener una conversación animada sobre algún tema relacionado con la asignatura. Alumnos cutres, de rostros cutres, hablando de temas cutres. Futuros perdedores con acné. Porque derrochaban acné por todos sus poros. Y virginidad.

Cristian no era como ellos.

Él era un triunfador, un líder. Y en el tema sexual les sacaba un mundo de diferencia. Su físico, su carácter de conquistador y su cara dura le habían proporcionado desde muy temprano acceso a un mundo que aquellos perdedores no podían ni imaginar.

Pobres borregos, preocupados por sus miserables vidas, sus comics y sus películas para niños grandes, cuyo logro más importante era conseguir ver las bragas de alguna compañera al agacharse con una falda más corta de lo habitual.

Mientras tanto, él se hinchaba a follar con su novia Cristina. Una chica espectacular con un culo de infarto. Y lo mejor de ella no era su físico, ni su preciosa cara con aquellos labios que le volvían loco, sino su madurez. Pese a que era más joven, tenía más mundo que él en cinco vidas suyas juntas y, en el plano sexual, no tenía comparación. Con ella había experimentado más que en toda su existencia.

El lema entre ellos era: CONTIGO, TODO.

Y eso hacían, de todo, sin tabúes. Follaban como animales. Y lo mejor era que no se cansaba nunca. Siempre había algo nuevo y excitante por hacer. Nada de anclarse en el sexo convencional.

Lo último había sido grabarse en los aseos de la universidad, en el descanso entre clases, y enviárselo a ella. No pudo resistir la tentación de ojear la pantalla del móvil para ver lo que decía. Pero, para su desgracia, no encontró el icono de mensaje entrante.

Acabó la clase y volvió a ojear el móvil, impaciente. De nuevo, nada. Frunció el ceño y abrió la aplicación de mensajería instantánea. En el chat pudo leer las últimas líneas de conversación con Cristina. Le sorprendió que no apareciera el vídeo que acababa de grabar.

«Juraría que había adjuntado el archivo», pensó. Retrocedió hasta visualizar los últimos chats cuando un relámpago de angustia le golpeó el estómago al ver el de la compañera de su padre en el primer lugar, justo encima del de Cristina.

—No, no, no. No puede ser.

Sus temores se confirmaron. El vídeo estaba allí. Enviado, recibido y, para su desesperación, visto.

Un mareo llegó desde detrás de la nuca mientras su respiración aumentaba como si hubiese acabado de correr los 100 metros lisos. Los latidos del corazón golpeaban sus sienes y a sus oídos dejaron de llegarle sonidos del exterior de su cabeza.

Intentó borrar el vídeo con movimientos torpes de sus dedos temblorosos pero, a estas alturas, ya no serviría de nada. Quería llorar. Quería gritar. «Qué bajón, la novia de mi padre viendo pajearme».

Marta, su actual pareja, le enojaba e intimidaba a partes iguales. Era una mujer fría que le tenía absorbido el coco a su padre. Desde que estaban juntos, su progenitor, ya no se acordaba de la que había sido su mujer durante casi veinte años, su madre. Marta la había desplazado por completo.



— · —​



Cuando llegó a casa al mediodía, su padre y ella se encontraban en la cocina. La voz de él era perfectamente reconocible. Cerró los ojos con fuerza y tragó saliva. «Mierda», pensó. Si había algo peor que enviarle un vídeo porno de sus pajas a Marta, era que su padre se enterara. Respiró hondo y rezó por su discreción. «Que no se lo haya dicho, por Dios».

Se quedó bajo el quicio de la puerta de la cocina, expectante. Su padre estaba sentado de espaldas a él, en el fondo de la estancia. Marta, trasteando entre los cacharros en la encimera, lo miró de reojo, pero no dijo nada. Casi pudo sentir su desprecio.

Caminó hasta la mesa pasando detrás de ella. Cuando llegó a la altura de su progenitor, lo rodeó y se colocó frente a él, tomando asiento lentamente. Por la actitud y los comentarios que hizo a continuación, dedujo que no sabía nada del tema.

—¿Qué tal, tigre? ¿Les has dejado anonadados con tus conocimientos?

—Bueno —dudó—, más bien no. Ya sabes, ante todo humildad.

—Ese es mi chico. Chócala. —Levantó la palma de la mano esperando el saludo.

—Prefiero no hacerlo, me siento ridículo.

—¿Saludo de meñiques? —dijo levantando el dedo pequeño.

—Eso es de críos. Tampoco voy a hacerlo.

—Bien dicho. Has pasado la prueba. Ahora sí que eres un hombre.

Su padre mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Siempre estaba de broma. Era un hombre afable y de buen conformar. Le guiñó un ojo que le tranquilizó y le ayudó a relajarse. Otra cosa fue Marta que apenas le dirigió la palabra en toda la comida. Si bien, tuvo la deferencia de no delatarle.

Para ella tampoco fue plato de gusto bregar con aquella situación. El chico que ella conoció cuando comenzó a salir con su padre, se había convertido, de repente, en todo un hombre hecho y derecho; un hombre con una polla muy grande. Y ahora no podía quitársela de la cabeza, manando chorros de semen en un vídeo tan obsceno como bochornoso.

En la mesa evitó mirarle a los ojos fingiendo interés en el mantel o en su vaso mientras sus dedos juguetean inquietos con la servilleta en un ademán persistente.

Durante el resto de la tarde las cosas no mejoraron en absoluto. Marta se mantuvo distante y él, terminó por recluirse en su cuarto, estudiando.

Tampoco en la cena la cosa fue mejor. Un calco de la comida. Miradas de soslayo y silencios incómodos que duraron hasta la hora de acostarse, donde ocupó gran parte del tiempo interactuando con Cristina a quien le había ocultado deliberadamente su desliz con el vídeo. No quería que pensara que era descuidado con ese material tan sensible y, ni por asomo, estaba dispuesto a dejar de recibir ningún tipo de elemento explícito que su novia pudiera enviarle.

En el dormitorio adyacente, al otro lado de la pared, tampoco las cosas eran distintas. Marta no conseguía leer dos líneas seguidas de su libro mientras esperaba paciente a su amado para dormir.

Mario solía reposar la cena en el sofá mientras recorría los canales de la televisión antes de darse por vencido e ir a acostarse.

Cuando lo vio llegar al dormitorio, cerró su libro y se fijó en él mientras se desvestía. De repente se dio cuenta de que deseaba tener sexo. Se pegó a su espalda en cuanto se metió en la cama y le susurró un leve gemido en su oído.

La seña.

Apenas se volvió hacia ella.

—Vaya, lo siento, mi coronel, pero creo que este soldado no podrá ponerse firme. He tenido un día de mierda. Menuda guerra en el curro.

—Entiendo. ¿Ha habido heridos?

—Solo uno, pequeño y muy calvo.

Marta sonrió con ternura y mesó el cabello de su amor.

—Podría reanimarlo. Soy muy buena en tareas de ese tipo.

—Sí, he oído hablar de usted, doctora Zorrinton —dijo Mario mostrando una sonrisa ladina a la vez que se giraba un poco más hacía ella—, pero le aseguro que este pequeño cabrón está bien jodido. No conseguiría tomar la colina.

Marta sonrió por sus ocurrencias. Había captado el mensaje y no insistió más. Sin embargo, él notó su decepción.

—Amor, tú sabes que siempre estoy dispuesto a entrar en batalla —insistió—, pero justo hoy estoy hecho polvo. Me caigo de sueño.

—Lo sé, tranquilo, no pasa nada.

—Otro día, ¿vale? Mañana te prometo que…

—Ssssshh —silenció ella con dulzura—. No pasa nada, descansa. Otro día.

Se recostó a su lado intentando coger algo del sueño que a su novio le sobraba.

—Te puedo hacer una paja. ¿Quieres? —dijo girándose hacia ella.

Marta, bocarriba y con los ojos cerrados, fingió dormir. No lo culpaba por no poder montarla, pero la masturbación, como sustitutivo del coito, siempre le pareció algo frío y mecánico.

Aun así, no frenó su mano cuando éste comenzó a palparla. Un mínimo gesto, como un calambre, le indicó que ella reaccionaba a sus caricias. Y así, momentos más tarde, en mitad de la oscuridad y tapándose la boca con el dorso de la mano, terminó por correrse entre espasmos y con la espalda arqueada mientras su amante tocaba las mejores teclas de su cuerpo.

Además y aunque no lo buscase, él también terminó corriéndose. Ella no había parado de meneársela con una obstinación fuera de lo normal hasta que éste terminó por eyacular dentro del calzoncillo al compás de los gemidos de ella.

Acto seguido, ambos yacieron a cada lado de la cama. Mario había caído dormido como un tronco. En cambio ella seguía sin conseguir conciliar el sueño.

Su corazón seguía bombeando con velocidad y su cerebro era como si recibiera litros de cafeína que le impidieran descansar. Sacó una mano de entre las sábanas y la colocó frente a su cara, intentando verla a través de la penumbra. Era la que había utilizado para la paja de su amado. Todavía quedaban restos viscosos de semen. Lo palpó al tacto y cerró los dedos como si estuviera agarrándolo de nuevo. Visualizando su miembro bajo la tenue luz que entraba por la ventana.

Sin saber muy bien por qué, alcanzó el móvil que tenía sobre la mesilla y, con cuidado de no despertar a su cónyuge, reprodujo el vídeo de su ahijado. Se había acurrucado en su rincón de la cama ocultando la luz de la pantalla y había quitado el sonido. La diferencia de tamaño era considerable. La mano de él no abarcaba todo el miembro que permanecía inhiesto como un mástil. Cuando se quiso dar cuenta, el video había llegado hasta el final.

Lo reprodujo de nuevo, tal vez sin darse cuenta o quizás porque necesitaba volver a verlo, asombrándose con las imágenes tan perturbadoras como obscenas.

De repente el sonido de un mensaje entrante la sacó de su abstracción y dio un brinco asustada.

Cristian_

Lo has visto verdad?

El estómago le dio una descarga. No le apetecía lo más mínimo mantener con él una conversación sobre un asunto tan incómodo. Por otra parte, él sabía que estaba conectada en ese momento y, eludir el problema haciéndole el vacío, podría volverlo más en su contra. Tras unos momentos de duda, decidió responder y tratar el tema con todo el tacto posible. Al fin y al cabo, no dejaba de ser el hijo de su consorte.

Le temblaban los dedos.

Marta_

Si​

Cristian_

Joder, lo siento.

Marta_

No pasa nada.​

Cristian_

Q vergüenza he pasado.

Marta_

Tranquilo, a todos nos puede pasar algo así.​

Cristian_

Ya, pero, que me hayas visto ahí, como un salido…

Marta_

No voy a hacer un drama de eso. Por lo que a mi respecta, esta todo bien.​

Se hizo un silencio tan incómodo como largo que no supo si era una pausa de su charla o el final de la conversación.

Cristian_

Me muero de pensar que lo hayas visto. Y encima… así.

Marta dudó. Nunca había intercambiado tantas frases con él y menos de un tema tan incómodo.

Marta_

Ya está, Cristian. No le demos más vueltas. Es... natural. Supongo.​

Cristian_

No sé si lo dices por quedar bien, o si en verdad te pareció horrible.

Marta cerró los ojos un segundo y resopló. Tecleó despacio.

Marta_

No me pareció horrible​

Cristian_

En serio?

Marta_

Mira, no te voy a decir que fuera agradable recibir algo así y menos viniendo de ti. Me chocó. Mucho. Pero… no sé. No me pareció grotesco. Solo… muy íntimo.​

Cristian_

¿Y… te pareció… demasiado?

Marta frunció el ceño y parpadeó confundida. Tuvo que releer el texto varias veces intentando comprender lo que quería decir. ¿Demasiado qué? ¿explícito? ¿grande?

Sopesó su respuesta con cautela.

Marta_

Fue inesperado, pero no. No me pareció… fuera de lugar. Técnicamente, es tu cuerpo. Y es… bueno, es evidente que tienes… buena salud.​

Cristian estaba tumbado en su cama, sujetando con ambas manos el móvil sobre su cara. Se incorporó como un muelle. Esto se ponía interesante. Se pasó la lengua por los labios, eligiendo con cuidado sus palabras para no dar un paso en falso.

Cristian_

Buena salud? Te refieres a que tengo buena… forma?

Marta_

Cristian. No me hagas hablar más de esto, por favor. Bastante incómodo ha sido todo. Mejor dejémoslo aquí.​

Cristian_

Perdona, solo quería asegurarme de que me ves normal y que no me odias.

Marta_

Como voy a odiarte, por Dios. Lo que pasa es que… quiero pasar página y olvidar todo el asunto de la paja, nada más.​

El adolescente no dejaba de mirar la pantalla como un perro que mira un hueso a través de una ventana. La conversación con la pareja de su padre le estaba dando puro morbo exhibicionista. Marta, tan seria, tan distante… observando su vídeo de “La Paja”.

Cristian_

Una última cosa, ¿vale?

Ella tardó más en responder.

Marta_

Qué?​

Cristian_

Tú crees que es normal? El tamaño, digo.

Marta tragó saliva. Quizás era lo más destacable del vídeo, a parte de la cantidad de semen que manó de su miembro. Aun así, no quería responder a eso. No era un tema a tratar con el hijo de su pareja.

Marta_

Bueno… es… generosa.​

Cristian_

Sí?

Marta_

Es decir… no me esperaba que fuera tan... exuberante.​

Cristian sonrió lobuno. «Lo sabía».

Cristian_

Entonces… te parece grande?

Marta_

Ay, no soy experta en esto, Cristian.​

Cristian_

Es que… tengo mis complejos, sabes? y q te lo parezca me sube la moral.

Marta_

Pues si, estate tranquilo. Con ese tamaño no tienes por que estar acomplejado.​

Una pequeña contracción le oprimió el estómago mientras su polla se endurecía todavía más. La conversación se estaba volviendo mucho más morbosa.

Cristian_

Vale, vale, gracias. No sabes el subidon que me das. No te molesto mas.

Marta_

No me molestas. Y entiendo que te preocupe a tu edad. Que duermas bien.​

Cristian_

Te deseo lo mismo. Siento haberte hecho pasar por todo esto. Te pegarias un buen susto cuando viste el video.

Intentaba continuar la conversación, el morbo era muy fuerte como para dejarlo aquí. Esperó paciente durante demasiado tiempo y, cuando ya iba a apagar el móvil, entró un mensaje de ella.

Marta_

Fue una sorpresa, sí.​

Sonrió y se frotó la barbilla, eligiendo las palabras con cuidado. No olvidaba que estaba hablando con la cuasi mujer de su padre. Podría caerle la del pulpo si se pasaba de listo e iba a su padre con el cuento. Justo cuando empezaba a escribir su siguiente comentario, entró un nuevo mensaje.

Cristian_

Todo el tema de la escena porno. Y la eyaculación por toda mi mano.

Marta_

Ya, parecias un volcan.​

Cristian_

Jajaja, tampoco t pases.

Marta_

Lo digo en serio. Me impresionó muchísimo. No imaginaba q se pudiera tener tanta cantidad.​

Cristian_

Pues si eso te parece mucho, deberías haber visto una vez que me corrí en la cara de Cristina. La dejé bien guapa.

Marta_

Ay, por dios, Cristian. Pobre muchacha. pero por q le hiciste eso???​

Cristian_

No, a ver, eso no es nada malo. Ella me lo pide. Le gusta que me corra sobre ella. Tambien las tetas….

Marta_

T lo pide ella? que la humilles?​

Cristian_

No… es decir, sí. A ella le gusta sentirse… no sé como decirlo… sucia. Correrme sobre su cara es el clímax de una humillación consentida

Cada mensaje o cada réplica de Marta tardaba bastante tiempo en llegar. Como si le costase asimilar la información proporcionada por él o como si su lenguaje soez repeliera que siguiera hablándole. A Cristian sin embargo la conversación le estaba haciendo arder la sangre. Sin darse cuenta, empezó a pajearse por encima del calzoncillo.

Cristian_

Tb a mí me gusta. sobre todo cdo estamos en su casa. Metidos en su habitación mientras sus padres ven la tele en el salón.

Marta_

Lo hacéis en su casa con sus padres dentro!!????​

Cristian_

es lo que más mola. Precisamente en uno de esos días fue cuando grabe la corrida sobre su cara que te comentaba antes.

Marta volvió a guardar silencio. La casilla en la pantalla donde se indicaba si la otra persona está escribiendo, aparecía vacía.

Cristian_

quieres ver cómo me corro en su cara?

Se hizo un largo silencio que Cristian soportó dando golpecitos con los pulgares en el canto del móvil.

Marta_

creo que no.​

Cristian_

si lo vieras ibas a flipar. Cristina me había tenido cinco días castigado sin pajearme por culpa de un juego que tenemos entre los dos. Tenía las pelotas llenas.

Se mordió el labio inferior y sonrió a la vez que aceleraba las caricias sobre sus partes. Utilizaba palabras vulgares y lascivas. Decírselas directamente era tremendamente morboso.

Marta_

cinco días te parece mucho tiempo?​

Cristian_

teniendo en cta q me pajeo cada día. En ocasiones hasta 3 veces…

De nuevo Marta tardó más de lo normal en escribir. Cristian se impacientaba por leer los comentarios sobre su vida sexual. Excitado por exponerse ante ella.

Marta_

dónde?​

Cristian_

en casa.

Marta_

pero dónde?​

Cristian_

pues… a veces en la ducha. Otras, en el váter, pero generalmente me las hago en mi cuarto, a la noche, antes de dormir.

Se pasó la lengua por los labios, esperando ansioso la réplica, pero pasaban los segundos y Marta no decía nada. Se la estaba meneando en toda regla a la espera de más material exhibicionista que alimentara su paja. Pensó en Cristina y si eso pudiera considerase como infidelidad. Después pensó en si Marta supiera para qué estaba sirviendo en realidad su conversación.

Cristian_

es la mejor hora, sabes? Después de pajearme me quedo tan relajado que duermo toda la noche como un bebé.

Tiró de nuevo el anzuelo a la espera de una réplica, pero nada. Sin respuesta. Auscultó la pantalla impaciente. Por fin la cabecera del chat indicaba que ella estaba escribiendo. El tiempo que tardaba en enviarlo parecía eterno.

Marta_

y el semen? Tendrás que limpiarlo con algo, no? O dónde lo echas?​

Sonrió. La pareja de su padre empezaba a utilizar las mismas palabras vulgares que él. Eso hacía la conversación más excitante, más sucia.

Cristian_

sobre mi tripa. Luego me limpio con pañuelos q guardo en el cajón de abajo. A la mañana siguiente los echo por el váter cuando me levanto a orinar antes de que os despertéis alguno de vosotros.

Esta última confesión le puso a mil. El ritmo de la paja estaba siendo frenético. Estaba a punto de correrse. Revelar a la consorte de su padre detalles tan íntimos sobre sus pajas era como una suerte de exhibicionismo morboso. Se mordió el labio inferior intentando aguantar. No quería correrse todavía. Aún no.

Cristian_

y tú, cuantas pajas te haces?

Silencio.

Cristian_

una al día, una a la semana?

Silencio.

Cristian_

te las haces en la cama o en la ducha?

De nuevo, silencio y la paja a punto de llegar a su fin.

Cristian_

dime!

Intentó aguantar hasta conocer su respuesta, pero no resistió más y se corrió con tanta fuerza que tuvo que cerrar los ojos y diluir los gemidos respirando a bocanadas. Soltó el móvil para poder hacerse con los pañuelos de la mesilla y limpiarse antes de que el semen se le escurriera de entre los dedos. Se aseó con impaciencia para poder recuperar el móvil lo más rápidamente posible.

Marta seguía sin decir nada. Un presentimiento de duda atravesó por su mente. Y se preguntó si no se habría pasado, fruto del calentón. Casi cuando estaba a punto de darse por vencido, llegó por fin la respuesta. Tajante, solitaria, concisa.

Marta_

Ninguna​

Acto seguido, dejó de estar en línea. Había salido de la aplicación.

—Mierda —se dijo—. Se ha mosqueado.

Releyendo la conversación se dio cuenta de que había quedado como un salido y un onanista empedernido. Y de hecho lo era. Un salido onanista que se pajea hablando de sexo con la que podría ser su madre. El calentón se le bajó de golpe. Justo cuando mejor parecía que iba todo.

Envió un escueto mensaje:

Cristian_

lo siento. Se me ha ido la pinza. Creo que me he pasado.

El mensaje no llegó a destino. Marta había apagado su teléfono.



— · —​



Al otro lado de la pared, Marta dejaba el móvil sobre su mesilla, enfadada. La situación se le había escapado de las manos, y la responsable de ello había sido ella. No era su colega, ni su confidente ni tampoco su mejor amiga, sino la pareja de su padre, su cónyuge.

Se odió a sí misma por haber permitido que la charla hubiera fluido hacia puertos tan perversos, por haber incitado a su ahijado a contarle sus rutinas sexuales en un diálogo morboso como si fuera una colegiala o, peor, una vieja verde. Al menos había tenido la lucidez necesaria de pararlo antes de que hubiera ido más lejos.

Abrió las mantas para airearse, estaba sofocada. En su mente revoloteaban las imágenes de Cristian meneando un enorme miembro, llenando pañuelos de semen que guardaba en un cajón apestando a almizcle. Sacudió la cabeza y dio gracias al cielo porque Mario, que dormía a su lado, no se hubiera enterado de nada.

«Mario», pensó. Su amor, su refugio, su hogar. Se pegó a él por detrás y lo abrazó, notando su respiración rasposa y profunda. Absorto, ingenuo.

Cerró los ojos e intentó dormir. Mañana sería otro día.


Fin capítulo I
Me gusta, acabo de leerlo, es puro morbo, lo has puesto tan interesante que se hara larga la espera hasta el próximo capítulo. 😍
 

Jugodevida

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Hola, Jugodevida.

Tienes toda razón, he entrado al foro como un elefante en una cacharrería.

Imperdonable.

Soy escritor adicionado desde siempre pero utilizo el seudónimo de Aran Seneka desde hace un par de años, cuando decidí publicar de forma más seria. Tengo la intención de colgar aquí mi último relato completo a ver cómo cala entre los lectores de esta página. La idea es hacerlo a capítulo por semana y, entre tanto, leer los comentarios que vayan posteando.

Ya sabes, también de ego se alimenta el alma.

Tampoco espero mucho del relato, soy consciente de que no me conoce nadie y las primeras oportunidades hay que ganárselas con trabajo y tiempo.

Nos vemos.
Me parece bien que hagas tú prueba de aceptación, el relato me parece bueno, tienes una envolvente forma para desarrollar la escritura que hace leerte sin dar muestra de cansancio, otra cosa es que el resultado te deje sastifecho, la mayoría de la gente es más de multimedia que de lectura, quizás también seamos algo ingratos en demostrar nuestro entusiasmo dando Like a un trabajo desarrollado, espero que esto no te desanime, yo también escribo y es mi impresión. Ánimos. 😊
 

nicoadicto

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El vídeo​



El móvil emitió su característico tono al recibir un mensaje. Marta, sentada en su sofá frente al televisor con el volumen al mínimo, dejó la revista sobre sus piernas y se hizo con el aparato, molesta por la pequeña interrupción.

Era de Cristian, el hijo de su pareja.

No había texto, solo un vídeo, algún meme, seguramente. La sorpresa fue mayúscula al iniciar la reproducción. En la secuencia de imágenes solo aparecía una polla de considerable tamaño y la mano de quien la meneaba. Alguien se estaba masturbando.

El susto fue desagradable y más sabiendo de quién provenía. Chasqueó la lengua y frunció el ceño, molesta. Nunca hubiera esperado de ese chico ningún mensaje de referencia sexual. Y, aunque siempre se refería a él como su “ahijado” de forma coloquial y en tono de broma, su relación era distante, sin terminar de congeniar. No obstante, reprimió las ganas de apagarlo y continuó visionándolo a la expectativa de que el meme derivara en algo sumamente gracioso.

Pasaban los segundos y empezó a impacientarse, incómoda por verse compartiendo con el muchacho vídeos de esa índole. Siempre había sido un chico difícil, quizás porque no la aceptaba como la pareja de su padre. Y lo entendía, ella no dejaba de ser “la otra”. Como también entendía que se hiciera mayor y comenzara a disfrutar del lado prohibido de la vida, aunque no colegueando con ella, precisamente. Seguramente se lo enviaría por error.

Pasaba el tiempo, y el meme parecía un simple vídeo porno. Aun así, suspiró resignada dando un último voto de confianza a la espera del final sorprendente que hiciera que mereciera la pena verlo por completo.

Se recostó hacia atrás, poniéndose cómoda y apoyando el codo sobre la otra muñeca, pantalla en alto.

La polla, completamente erecta, apenas cabía en la mano que la meneaba. Era una polla grande. Grande y dura. Grande, dura y… muy bonita.

Carraspeó y se ajustó el cuello de la camisa inconscientemente. En el fondo, el vídeo no estaba nada mal. Un enorme y seductor glande coronaba lo que parecía la polla perfecta. Un hondo suspiro abandonó su pecho a la vez que se mordía el labio inferior. Se atusó el pelo y miró hacia la puerta del salón por acto reflejo, como si alguien pudiera entrar de sopetón y descubrir su húmedo deleite.

De repente, la enorme polla empezó a eyacular, barbotando largas cantidades de blanco fluido que se deslizaban por los dedos hasta alcanzar los testículos. Parecía que no iba a dejar de manar nunca en una corrida espectacular. Marta apretó las piernas y exhaló un nuevo suspiro.

Levantó una ceja preguntándose si éste sería el sorprendente final que pretendía mostrar el vídeo y se pasó la lengua por los labios resecos. La cámara del móvil con el que se grababan las imágenes cambió de ángulo. El pajillero se enfocó a la cara en primer plano y habló en susurros dentro de lo que parecía ser el interior de un baño público.

—Reto cumplido. Ahora te toca a ti.

Lanzó un beso a la cámara y el vídeo terminó dejando la imagen estática de su enorme sonrisa ocupando toda la pantalla hasta que ésta se fundió al negro.

El susto que se llevó fue de muerte, tanto que casi se le cae el móvil. Lo apagó y lo echó a un lado aún con la boca abierta y los ojos como platos. Había reconocido al pajillero al instante. Apenas unas horas antes le había preparado el desayuno antes de verle salir por la puerta en dirección a la universidad como cada día.

Cerró los ojos y se masajeó las sienes.

—Joder, qué bochorno.

Era Cristian y el vídeo debía ser para su novia. Lo peor era que él sabría que lo había visto debido al doble check azul. No iba a poder mirarle a la cara en un millón de años.



— · —​



Cristian estaba en clase de cálculo en su primer año de universidad, repantingado tras su pupitre, mirando a la gente que le rodeaba. Absorto en sus pensamientos mientras la profesora garabateaba la pizarra. La clase era un ladrillo y la asignatura no le estaba resultando fácil de digerir. Aun así se encontraba feliz.

Unas filas más adelante, un grupito de alumnos parecía tener una conversación animada sobre algún tema relacionado con la asignatura. Alumnos cutres, de rostros cutres, hablando de temas cutres. Futuros perdedores con acné. Porque derrochaban acné por todos sus poros. Y virginidad.

Cristian no era como ellos.

Él era un triunfador, un líder. Y en el tema sexual les sacaba un mundo de diferencia. Su físico, su carácter de conquistador y su cara dura le habían proporcionado desde muy temprano acceso a un mundo que aquellos perdedores no podían ni imaginar.

Pobres borregos, preocupados por sus miserables vidas, sus comics y sus películas para niños grandes, cuyo logro más importante era conseguir ver las bragas de alguna compañera al agacharse con una falda más corta de lo habitual.

Mientras tanto, él se hinchaba a follar con su novia Cristina. Una chica espectacular con un culo de infarto. Y lo mejor de ella no era su físico, ni su preciosa cara con aquellos labios que le volvían loco, sino su madurez. Pese a que era más joven, tenía más mundo que él en cinco vidas suyas juntas y, en el plano sexual, no tenía comparación. Con ella había experimentado más que en toda su existencia.

El lema entre ellos era: CONTIGO, TODO.

Y eso hacían, de todo, sin tabúes. Follaban como animales. Y lo mejor era que no se cansaba nunca. Siempre había algo nuevo y excitante por hacer. Nada de anclarse en el sexo convencional.

Lo último había sido grabarse en los aseos de la universidad, en el descanso entre clases, y enviárselo a ella. No pudo resistir la tentación de ojear la pantalla del móvil para ver lo que decía. Pero, para su desgracia, no encontró el icono de mensaje entrante.

Acabó la clase y volvió a ojear el móvil, impaciente. De nuevo, nada. Frunció el ceño y abrió la aplicación de mensajería instantánea. En el chat pudo leer las últimas líneas de conversación con Cristina. Le sorprendió que no apareciera el vídeo que acababa de grabar.

«Juraría que había adjuntado el archivo», pensó. Retrocedió hasta visualizar los últimos chats cuando un relámpago de angustia le golpeó el estómago al ver el de la compañera de su padre en el primer lugar, justo encima del de Cristina.

—No, no, no. No puede ser.

Sus temores se confirmaron. El vídeo estaba allí. Enviado, recibido y, para su desesperación, visto.

Un mareo llegó desde detrás de la nuca mientras su respiración aumentaba como si hubiese acabado de correr los 100 metros lisos. Los latidos del corazón golpeaban sus sienes y a sus oídos dejaron de llegarle sonidos del exterior de su cabeza.

Intentó borrar el vídeo con movimientos torpes de sus dedos temblorosos pero, a estas alturas, ya no serviría de nada. Quería llorar. Quería gritar. «Qué bajón, la novia de mi padre viendo pajearme».

Marta, su actual pareja, le enojaba e intimidaba a partes iguales. Era una mujer fría que le tenía absorbido el coco a su padre. Desde que estaban juntos, su progenitor, ya no se acordaba de la que había sido su mujer durante casi veinte años, su madre. Marta la había desplazado por completo.



— · —​



Cuando llegó a casa al mediodía, su padre y ella se encontraban en la cocina. La voz de él era perfectamente reconocible. Cerró los ojos con fuerza y tragó saliva. «Mierda», pensó. Si había algo peor que enviarle un vídeo porno de sus pajas a Marta, era que su padre se enterara. Respiró hondo y rezó por su discreción. «Que no se lo haya dicho, por Dios».

Se quedó bajo el quicio de la puerta de la cocina, expectante. Su padre estaba sentado de espaldas a él, en el fondo de la estancia. Marta, trasteando entre los cacharros en la encimera, lo miró de reojo, pero no dijo nada. Casi pudo sentir su desprecio.

Caminó hasta la mesa pasando detrás de ella. Cuando llegó a la altura de su progenitor, lo rodeó y se colocó frente a él, tomando asiento lentamente. Por la actitud y los comentarios que hizo a continuación, dedujo que no sabía nada del tema.

—¿Qué tal, tigre? ¿Les has dejado anonadados con tus conocimientos?

—Bueno —dudó—, más bien no. Ya sabes, ante todo humildad.

—Ese es mi chico. Chócala. —Levantó la palma de la mano esperando el saludo.

—Prefiero no hacerlo, me siento ridículo.

—¿Saludo de meñiques? —dijo levantando el dedo pequeño.

—Eso es de críos. Tampoco voy a hacerlo.

—Bien dicho. Has pasado la prueba. Ahora sí que eres un hombre.

Su padre mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Siempre estaba de broma. Era un hombre afable y de buen conformar. Le guiñó un ojo que le tranquilizó y le ayudó a relajarse. Otra cosa fue Marta que apenas le dirigió la palabra en toda la comida. Si bien, tuvo la deferencia de no delatarle.

Para ella tampoco fue plato de gusto bregar con aquella situación. El chico que ella conoció cuando comenzó a salir con su padre, se había convertido, de repente, en todo un hombre hecho y derecho; un hombre con una polla muy grande. Y ahora no podía quitársela de la cabeza, manando chorros de semen en un vídeo tan obsceno como bochornoso.

En la mesa evitó mirarle a los ojos fingiendo interés en el mantel o en su vaso mientras sus dedos juguetean inquietos con la servilleta en un ademán persistente.

Durante el resto de la tarde las cosas no mejoraron en absoluto. Marta se mantuvo distante y él, terminó por recluirse en su cuarto, estudiando.

Tampoco en la cena la cosa fue mejor. Un calco de la comida. Miradas de soslayo y silencios incómodos que duraron hasta la hora de acostarse, donde ocupó gran parte del tiempo interactuando con Cristina a quien le había ocultado deliberadamente su desliz con el vídeo. No quería que pensara que era descuidado con ese material tan sensible y, ni por asomo, estaba dispuesto a dejar de recibir ningún tipo de elemento explícito que su novia pudiera enviarle.

En el dormitorio adyacente, al otro lado de la pared, tampoco las cosas eran distintas. Marta no conseguía leer dos líneas seguidas de su libro mientras esperaba paciente a su amado para dormir.

Mario solía reposar la cena en el sofá mientras recorría los canales de la televisión antes de darse por vencido e ir a acostarse.

Cuando lo vio llegar al dormitorio, cerró su libro y se fijó en él mientras se desvestía. De repente se dio cuenta de que deseaba tener sexo. Se pegó a su espalda en cuanto se metió en la cama y le susurró un leve gemido en su oído.

La seña.

Apenas se volvió hacia ella.

—Vaya, lo siento, mi coronel, pero creo que este soldado no podrá ponerse firme. He tenido un día de mierda. Menuda guerra en el curro.

—Entiendo. ¿Ha habido heridos?

—Solo uno, pequeño y muy calvo.

Marta sonrió con ternura y mesó el cabello de su amor.

—Podría reanimarlo. Soy muy buena en tareas de ese tipo.

—Sí, he oído hablar de usted, doctora Zorrinton —dijo Mario mostrando una sonrisa ladina a la vez que se giraba un poco más hacía ella—, pero le aseguro que este pequeño cabrón está bien jodido. No conseguiría tomar la colina.

Marta sonrió por sus ocurrencias. Había captado el mensaje y no insistió más. Sin embargo, él notó su decepción.

—Amor, tú sabes que siempre estoy dispuesto a entrar en batalla —insistió—, pero justo hoy estoy hecho polvo. Me caigo de sueño.

—Lo sé, tranquilo, no pasa nada.

—Otro día, ¿vale? Mañana te prometo que…

—Ssssshh —silenció ella con dulzura—. No pasa nada, descansa. Otro día.

Se recostó a su lado intentando coger algo del sueño que a su novio le sobraba.

—Te puedo hacer una paja. ¿Quieres? —dijo girándose hacia ella.

Marta, bocarriba y con los ojos cerrados, fingió dormir. No lo culpaba por no poder montarla, pero la masturbación, como sustitutivo del coito, siempre le pareció algo frío y mecánico.

Aun así, no frenó su mano cuando éste comenzó a palparla. Un mínimo gesto, como un calambre, le indicó que ella reaccionaba a sus caricias. Y así, momentos más tarde, en mitad de la oscuridad y tapándose la boca con el dorso de la mano, terminó por correrse entre espasmos y con la espalda arqueada mientras su amante tocaba las mejores teclas de su cuerpo.

Además y aunque no lo buscase, él también terminó corriéndose. Ella no había parado de meneársela con una obstinación fuera de lo normal hasta que éste terminó por eyacular dentro del calzoncillo al compás de los gemidos de ella.

Acto seguido, ambos yacieron a cada lado de la cama. Mario había caído dormido como un tronco. En cambio ella seguía sin conseguir conciliar el sueño.

Su corazón seguía bombeando con velocidad y su cerebro era como si recibiera litros de cafeína que le impidieran descansar. Sacó una mano de entre las sábanas y la colocó frente a su cara, intentando verla a través de la penumbra. Era la que había utilizado para la paja de su amado. Todavía quedaban restos viscosos de semen. Lo palpó al tacto y cerró los dedos como si estuviera agarrándolo de nuevo. Visualizando su miembro bajo la tenue luz que entraba por la ventana.

Sin saber muy bien por qué, alcanzó el móvil que tenía sobre la mesilla y, con cuidado de no despertar a su cónyuge, reprodujo el vídeo de su ahijado. Se había acurrucado en su rincón de la cama ocultando la luz de la pantalla y había quitado el sonido. La diferencia de tamaño era considerable. La mano de él no abarcaba todo el miembro que permanecía inhiesto como un mástil. Cuando se quiso dar cuenta, el video había llegado hasta el final.

Lo reprodujo de nuevo, tal vez sin darse cuenta o quizás porque necesitaba volver a verlo, asombrándose con las imágenes tan perturbadoras como obscenas.

De repente el sonido de un mensaje entrante la sacó de su abstracción y dio un brinco asustada.

Cristian_

Lo has visto verdad?

El estómago le dio una descarga. No le apetecía lo más mínimo mantener con él una conversación sobre un asunto tan incómodo. Por otra parte, él sabía que estaba conectada en ese momento y, eludir el problema haciéndole el vacío, podría volverlo más en su contra. Tras unos momentos de duda, decidió responder y tratar el tema con todo el tacto posible. Al fin y al cabo, no dejaba de ser el hijo de su consorte.

Le temblaban los dedos.

Marta_

Si​

Cristian_

Joder, lo siento.

Marta_

No pasa nada.​

Cristian_

Q vergüenza he pasado.

Marta_

Tranquilo, a todos nos puede pasar algo así.​

Cristian_

Ya, pero, que me hayas visto ahí, como un salido…

Marta_

No voy a hacer un drama de eso. Por lo que a mi respecta, esta todo bien.​

Se hizo un silencio tan incómodo como largo que no supo si era una pausa de su charla o el final de la conversación.

Cristian_

Me muero de pensar que lo hayas visto. Y encima… así.

Marta dudó. Nunca había intercambiado tantas frases con él y menos de un tema tan incómodo.

Marta_

Ya está, Cristian. No le demos más vueltas. Es... natural. Supongo.​

Cristian_

No sé si lo dices por quedar bien, o si en verdad te pareció horrible.

Marta cerró los ojos un segundo y resopló. Tecleó despacio.

Marta_

No me pareció horrible​

Cristian_

En serio?

Marta_

Mira, no te voy a decir que fuera agradable recibir algo así y menos viniendo de ti. Me chocó. Mucho. Pero… no sé. No me pareció grotesco. Solo… muy íntimo.​

Cristian_

¿Y… te pareció… demasiado?

Marta frunció el ceño y parpadeó confundida. Tuvo que releer el texto varias veces intentando comprender lo que quería decir. ¿Demasiado qué? ¿explícito? ¿grande?

Sopesó su respuesta con cautela.

Marta_

Fue inesperado, pero no. No me pareció… fuera de lugar. Técnicamente, es tu cuerpo. Y es… bueno, es evidente que tienes… buena salud.​

Cristian estaba tumbado en su cama, sujetando con ambas manos el móvil sobre su cara. Se incorporó como un muelle. Esto se ponía interesante. Se pasó la lengua por los labios, eligiendo con cuidado sus palabras para no dar un paso en falso.

Cristian_

Buena salud? Te refieres a que tengo buena… forma?

Marta_

Cristian. No me hagas hablar más de esto, por favor. Bastante incómodo ha sido todo. Mejor dejémoslo aquí.​

Cristian_

Perdona, solo quería asegurarme de que me ves normal y que no me odias.

Marta_

Como voy a odiarte, por Dios. Lo que pasa es que… quiero pasar página y olvidar todo el asunto de la paja, nada más.​

El adolescente no dejaba de mirar la pantalla como un perro que mira un hueso a través de una ventana. La conversación con la pareja de su padre le estaba dando puro morbo exhibicionista. Marta, tan seria, tan distante… observando su vídeo de “La Paja”.

Cristian_

Una última cosa, ¿vale?

Ella tardó más en responder.

Marta_

Qué?​

Cristian_

Tú crees que es normal? El tamaño, digo.

Marta tragó saliva. Quizás era lo más destacable del vídeo, a parte de la cantidad de semen que manó de su miembro. Aun así, no quería responder a eso. No era un tema a tratar con el hijo de su pareja.

Marta_

Bueno… es… generosa.​

Cristian_

Sí?

Marta_

Es decir… no me esperaba que fuera tan... exuberante.​

Cristian sonrió lobuno. «Lo sabía».

Cristian_

Entonces… te parece grande?

Marta_

Ay, no soy experta en esto, Cristian.​

Cristian_

Es que… tengo mis complejos, sabes? y q te lo parezca me sube la moral.

Marta_

Pues si, estate tranquilo. Con ese tamaño no tienes por que estar acomplejado.​

Una pequeña contracción le oprimió el estómago mientras su polla se endurecía todavía más. La conversación se estaba volviendo mucho más morbosa.

Cristian_

Vale, vale, gracias. No sabes el subidon que me das. No te molesto mas.

Marta_

No me molestas. Y entiendo que te preocupe a tu edad. Que duermas bien.​

Cristian_

Te deseo lo mismo. Siento haberte hecho pasar por todo esto. Te pegarias un buen susto cuando viste el video.

Intentaba continuar la conversación, el morbo era muy fuerte como para dejarlo aquí. Esperó paciente durante demasiado tiempo y, cuando ya iba a apagar el móvil, entró un mensaje de ella.

Marta_

Fue una sorpresa, sí.​

Sonrió y se frotó la barbilla, eligiendo las palabras con cuidado. No olvidaba que estaba hablando con la cuasi mujer de su padre. Podría caerle la del pulpo si se pasaba de listo e iba a su padre con el cuento. Justo cuando empezaba a escribir su siguiente comentario, entró un nuevo mensaje.

Cristian_

Todo el tema de la escena porno. Y la eyaculación por toda mi mano.

Marta_

Ya, parecias un volcan.​

Cristian_

Jajaja, tampoco t pases.

Marta_

Lo digo en serio. Me impresionó muchísimo. No imaginaba q se pudiera tener tanta cantidad.​

Cristian_

Pues si eso te parece mucho, deberías haber visto una vez que me corrí en la cara de Cristina. La dejé bien guapa.

Marta_

Ay, por dios, Cristian. Pobre muchacha. pero por q le hiciste eso???​

Cristian_

No, a ver, eso no es nada malo. Ella me lo pide. Le gusta que me corra sobre ella. Tambien las tetas….

Marta_

T lo pide ella? que la humilles?​

Cristian_

No… es decir, sí. A ella le gusta sentirse… no sé como decirlo… sucia. Correrme sobre su cara es el clímax de una humillación consentida

Cada mensaje o cada réplica de Marta tardaba bastante tiempo en llegar. Como si le costase asimilar la información proporcionada por él o como si su lenguaje soez repeliera que siguiera hablándole. A Cristian sin embargo la conversación le estaba haciendo arder la sangre. Sin darse cuenta, empezó a pajearse por encima del calzoncillo.

Cristian_

Tb a mí me gusta. sobre todo cdo estamos en su casa. Metidos en su habitación mientras sus padres ven la tele en el salón.

Marta_

Lo hacéis en su casa con sus padres dentro!!????​

Cristian_

es lo que más mola. Precisamente en uno de esos días fue cuando grabe la corrida sobre su cara que te comentaba antes.

Marta volvió a guardar silencio. La casilla en la pantalla donde se indicaba si la otra persona está escribiendo, aparecía vacía.

Cristian_

quieres ver cómo me corro en su cara?

Se hizo un largo silencio que Cristian soportó dando golpecitos con los pulgares en el canto del móvil.

Marta_

creo que no.​

Cristian_

si lo vieras ibas a flipar. Cristina me había tenido cinco días castigado sin pajearme por culpa de un juego que tenemos entre los dos. Tenía las pelotas llenas.

Se mordió el labio inferior y sonrió a la vez que aceleraba las caricias sobre sus partes. Utilizaba palabras vulgares y lascivas. Decírselas directamente era tremendamente morboso.

Marta_

cinco días te parece mucho tiempo?​

Cristian_

teniendo en cta q me pajeo cada día. En ocasiones hasta 3 veces…

De nuevo Marta tardó más de lo normal en escribir. Cristian se impacientaba por leer los comentarios sobre su vida sexual. Excitado por exponerse ante ella.

Marta_

dónde?​

Cristian_

en casa.

Marta_

pero dónde?​

Cristian_

pues… a veces en la ducha. Otras, en el váter, pero generalmente me las hago en mi cuarto, a la noche, antes de dormir.

Se pasó la lengua por los labios, esperando ansioso la réplica, pero pasaban los segundos y Marta no decía nada. Se la estaba meneando en toda regla a la espera de más material exhibicionista que alimentara su paja. Pensó en Cristina y si eso pudiera considerase como infidelidad. Después pensó en si Marta supiera para qué estaba sirviendo en realidad su conversación.

Cristian_

es la mejor hora, sabes? Después de pajearme me quedo tan relajado que duermo toda la noche como un bebé.

Tiró de nuevo el anzuelo a la espera de una réplica, pero nada. Sin respuesta. Auscultó la pantalla impaciente. Por fin la cabecera del chat indicaba que ella estaba escribiendo. El tiempo que tardaba en enviarlo parecía eterno.

Marta_

y el semen? Tendrás que limpiarlo con algo, no? O dónde lo echas?​

Sonrió. La pareja de su padre empezaba a utilizar las mismas palabras vulgares que él. Eso hacía la conversación más excitante, más sucia.

Cristian_

sobre mi tripa. Luego me limpio con pañuelos q guardo en el cajón de abajo. A la mañana siguiente los echo por el váter cuando me levanto a orinar antes de que os despertéis alguno de vosotros.

Esta última confesión le puso a mil. El ritmo de la paja estaba siendo frenético. Estaba a punto de correrse. Revelar a la consorte de su padre detalles tan íntimos sobre sus pajas era como una suerte de exhibicionismo morboso. Se mordió el labio inferior intentando aguantar. No quería correrse todavía. Aún no.

Cristian_

y tú, cuantas pajas te haces?

Silencio.

Cristian_

una al día, una a la semana?

Silencio.

Cristian_

te las haces en la cama o en la ducha?

De nuevo, silencio y la paja a punto de llegar a su fin.

Cristian_

dime!

Intentó aguantar hasta conocer su respuesta, pero no resistió más y se corrió con tanta fuerza que tuvo que cerrar los ojos y diluir los gemidos respirando a bocanadas. Soltó el móvil para poder hacerse con los pañuelos de la mesilla y limpiarse antes de que el semen se le escurriera de entre los dedos. Se aseó con impaciencia para poder recuperar el móvil lo más rápidamente posible.

Marta seguía sin decir nada. Un presentimiento de duda atravesó por su mente. Y se preguntó si no se habría pasado, fruto del calentón. Casi cuando estaba a punto de darse por vencido, llegó por fin la respuesta. Tajante, solitaria, concisa.

Marta_

Ninguna​

Acto seguido, dejó de estar en línea. Había salido de la aplicación.

—Mierda —se dijo—. Se ha mosqueado.

Releyendo la conversación se dio cuenta de que había quedado como un salido y un onanista empedernido. Y de hecho lo era. Un salido onanista que se pajea hablando de sexo con la que podría ser su madre. El calentón se le bajó de golpe. Justo cuando mejor parecía que iba todo.

Envió un escueto mensaje:

Cristian_

lo siento. Se me ha ido la pinza. Creo que me he pasado.

El mensaje no llegó a destino. Marta había apagado su teléfono.



— · —​



Al otro lado de la pared, Marta dejaba el móvil sobre su mesilla, enfadada. La situación se le había escapado de las manos, y la responsable de ello había sido ella. No era su colega, ni su confidente ni tampoco su mejor amiga, sino la pareja de su padre, su cónyuge.

Se odió a sí misma por haber permitido que la charla hubiera fluido hacia puertos tan perversos, por haber incitado a su ahijado a contarle sus rutinas sexuales en un diálogo morboso como si fuera una colegiala o, peor, una vieja verde. Al menos había tenido la lucidez necesaria de pararlo antes de que hubiera ido más lejos.

Abrió las mantas para airearse, estaba sofocada. En su mente revoloteaban las imágenes de Cristian meneando un enorme miembro, llenando pañuelos de semen que guardaba en un cajón apestando a almizcle. Sacudió la cabeza y dio gracias al cielo porque Mario, que dormía a su lado, no se hubiera enterado de nada.

«Mario», pensó. Su amor, su refugio, su hogar. Se pegó a él por detrás y lo abrazó, notando su respiración rasposa y profunda. Absorto, ingenuo.

Cerró los ojos e intentó dormir. Mañana sería otro día.


Fin capítulo I
Hola Aran, bienvenido!! Hacía diás q no ingresaba al foro y me encuentro con tan atrapante relato.
Me gustó muchísimo y voy a estar esperando el sig capítulo.
Saludos
 

Onayobmac

Virgen
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Hola, Jugodevida.
Tienes toda razón, he entrado al foro como un elefante en una cacharrería.
Imperdonable.
Soy escritor adicionado desde siempre pero utilizo el seudónimo de Aran Seneka desde hace un par de años, cuando decidí publicar de forma más seria. Tengo la intención de colgar aquí mi último relato completo a ver cómo cala entre los lectores de esta página. La idea es hacerlo a capítulo por semana y, entre tanto, leer los comentarios que vayan posteando.
Ya sabes, también de ego se alimenta el alma.
Tampoco espero mucho del relato, soy consciente de que no me conoce nadie y las primeras oportunidades hay que ganárselas con trabajo y tiempo.
Nos vemos.
Que bueno saber de ti ASeneka, soy amigo de Dani, este último tiempo no lo ha pasado bien, luego supe que es porque terminó con Alba, el amor de su vida, me ha dicho que leerte me ayudará a entender que lo llevó a tomar esa decisión. :cool:
 

ASeneka

Virgen
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Resaca de lujuria​



La mañana siguiente, durante el desayuno, fue una réplica del día anterior. Caras serias, miradas furtivas y mucha vergüenza escondida en el estómago de cada uno. Cristian no fue capaz de sostener la mirada de Marta; ella, la de Mario; y éste… no se enteraba de nada.

—Bueno, familia, me voy —dijo Mario levantándose de la mesa mientras recogía los restos de su desayuno.

Cristian, sentado frente a él, lo observó mientras se alejaba hacia la fregadera donde Marta se encontraba en ese momento.

Se dio cuenta de lo diferentes que ambos eran entre sí. Ella era pausada, sobria en su forma de ser, cabal. Su padre, en cambio, era la parte cómica de un circo ambulante. Siempre bromeando y de buen humor. Nunca veía el lado malo de las cosas. Positivo hasta la médula. Desordenado crónico. Improvisando cada movimiento e incapaz de recordar una fecha o evento.

Ella era guapa, altiva, con un cuerpo envidiable de busto generoso y líneas suaves y cuidadas. La madurez de un buen vino en una barrica de roble.

Su padre no destacaba por su físico o belleza. No tenía ese carisma que la caracterizaba a ella. Ese porte elegante que hacía girar las cabezas para mirarla dos veces. Y sin embargo…

Se la estaba follando.

Así, sin más, con su simpleza, con su aspecto anodino, con su poco o nada destacable físico. Ella le pertenecía en cuerpo y alma desde que se conocieron.

Enamorada como si de un embrujo se tratara. Y no lo podía comprender. No es que sintiera odio hacia su padre, todo lo contrario. Lo había adorado durante toda su vida. Le había dado la infancia más feliz que ningún niño pueda imaginar. Siempre a su lado, animándole. Consintiendo todo, ni un reproche, ni una mala mirada de decepción. Su padre era, sin duda, la persona más comprensible y alocada que ningún niño podría encontrar sobre la faz de la tierra.

Y ahí radicaba precisamente el problema. Cristian ya no era un niño. Había crecido y había madurado, pero su padre no. Ahora sus monerías y sus bromas le abochornaban. Su carácter sarcástico y atolondrado le avergonzaba frente a sus amigos.

¿De verdad alguien como él había podido conquistar a una mujer como Marta?

Hubiera preferido que fuera más serio y taciturno. Un padre para fardar frente a sus amigos tal y como fardaba de su madre, o de la propia Marta.

Marta.

No eran pocos los amigos que se empeñaban en acompañarle a casa solo para verla a ella. Quizás por eso nunca la aceptó en su vida. Ella era “La Otra”, la que apartó a su madre y ocupó su sitio. Verlos babear por ella era un desprecio hacia la verdadera mujer que debería estar ahí. Como si no existiera o como si fuera peor persona. La observó de espaldas en la encimera.

Su padre depositó la taza en el fregadero y se acercó por detrás hasta colocarse pegado a su espalda. La abrazó y escondió su cara tras su pelo.

—Me voy a trabajar—susurró al oído— pero esta vez volveré como un héroe para acabar mi misión.

Marta carraspeó incómoda. La referencia sexual hizo que se sintiera extraña con su hijo tan solo a un par de metros. Se forzó a sonreír y giró la cabeza para darle un casto beso en la mejilla.

—¡Y tú! —dijo señalando a Cristian con ambos dedos índices y los brazos extendidos, en un teatral ademán mientras arrastraba los pies hacia atrás con pasos cortos y rápidos en dirección a la puerta—, estudia mucho. Sorpréndelos.

—Claro, papá —contestó levantando el puño con desgana a modo de victoria. Intentando corresponder a la efusividad simulada de su padre.

—Ese es mi chico.

Mario mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Esa que Marta tanto amaba junto con sus payasadas. Lo observó mientras desaparecía de la cocina, perdiendo sus pasos tras la puerta principal. Se sorprendió, sonriendo como una boba, mirando el hueco de la puerta por la que se había ido. Cuando volvió a la realidad, se dio cuenta de que estaba siendo observada por su ahijado, lo que hizo que se sintiera incómoda de nuevo. Borró la expresión de su cara y, con una breve e inaudible excusa, desapareció por la casa, dejándolo solo.

Cristian suspiró. Lo de anoche estaba siendo increíble hasta que se convirtió en una gran cagada. La conversación tan morbosa, la confianza con la que hablaron, el pajote, todo. Había congeniado con ella como si fuera una amiga de clase, antes de que todo se rompiera y se fuera a la mierda. Lo peor era que ya no podía verla como antes.

Se acabó el desayuno y se levantó de la mesa para ir a la universidad. Recogió su carpeta y un par de libros de su cuarto y se dirigió a la puerta principal.

—Me voy —gritó. Acto seguido, sin esperar respuesta, salió de casa.

Cerró tras de sí y suspiró de alivio. Estaba de pie sobre el felpudo. Había sido una situación un tanto agobiante y allí fuera parecía encontrar el oxígeno que le faltaba.

Iba a enfilar las escaleras cuando se dio cuenta de que su septuagenaria vecina, que vivía en la puerta de enfrente, también salía de su casa.

—Hola, Herminia. ¿Va usted a la calle?

—Si la montaña no va a Mahoma… —dijo girando la llave—. Un paseo y a la vuelta aprovecho para hacer las compras.

—¿Tan pronto?

—Ya sabes lo que dicen. A quien madruga… —Lo miró con sus ojos vivaces.

—¿Se levanta más temprano?

Abrió la boca para corregir a su joven vecino pero se lo pensó mejor.

—Sí, eso también.

Herminia era su vecina de toda la vida. Una mujer de figura apocada pero de mente lúcida y aspecto maléficamente saludable. De maneras muy incisivas, pero pausada en su actitud. Si hubiera nacido cuatro décadas más tarde, a buen seguro hubiera sido la primera mujer presidente del país o cuando menos, ministra de economía.

A Cristian no le caía especialmente bien ningún vecino, pero a ella la soportaba mejor que al resto, quizás por su actitud seca y desconfiada que le recordaba a sí mismo. La vieja caminó hacia el centro del pasillo con un carrito de la compra en la mano y un bolso colgado en el hombro contrario.

—El ascensor sigue roto —avisó él—. Tendrá que bajar los cinco pisos por las escaleras.

La anciana levantó la vista y miró el artefacto con pesadumbre. La nota de los técnicos seguía allí, en mitad de la puerta. Sus hombros parecieron desinflarse.

—No se preocupe. Aquí estoy yo para ayudarla. Deme eso —dijo en referencia al carrito y el bolso—, ande, démelo.

—No irás a robarme.

—Los héroes no roban —espetó—, salvan viejas.

Arrebató el carrito que portaba la señora e introdujo sus libros dentro. Después hizo lo mismo con el bolso que ella cedió con una mirada de odio fingido y se colgó todo al hombro. Acto seguido le ofreció el brazo libre a la mujer.

—Enhebre.

La anciana le tomó del brazo y soltó un suspiro. Quedaban muchos pisos por descender y juntos comenzaron a bajar escaleras. Una a una.

—Gracias muchacho. Si no fuera por ti…

—Sería por otro, Herminia. Se lo aseguro.



— · —​



Marta estuvo toda la mañana sola, entretenida con sus quehaceres y pensamientos. Necesitaba tiempo para aclararse y utilizó ese período para meditar y darle un buen repaso a su hogar.

Cuando por fin acabó, se sentó a descansar en el sofá del salón con una infusión en la mano. Se sorprendió al descubrir el teléfono móvil en su bolsillo como también se había sorprendido rebuscando entre los cajones de la mesilla de su ahijado sin ninguna razón aparente.

Decidió borrar el vídeo que le envió y la bochornosa conversación de la noche anterior. El intento por conseguir un acercamiento con el hijo de su pareja había quedado en el burdo colegueo sexual de una vieja verde.

Esperó a que el terminal se iniciara y buscó el archivo. Cuando lo tuvo delante no pudo evitar recordar sus imágenes. No iba a engañarse, la visión de aquel miembro la había turbado. Era un miembro digno de admiración aunque fuera de Cristian.

Sin pensarlo más, seleccionó el archivo y dirigió su dedo hacia el icono de borrado.

Justo antes de soltarlo, un tono audible indicó la entrada de un mensaje. Era de Cristian. Se lo había enviado la noche de ayer, justo después de apagar el móvil y entraba ahora con retraso. Abrió el mensaje y lo leyó sin poder evitar repasar toda la conversación de la noche con detenimiento. Suspiró y releyó por segunda vez.



— · —​



Cristian se sentía a gusto cuando encontraba la soledad en compañía de quien no representa nada en su vida. La universidad se estaba convirtiendo en su segunda casa. Y allí estaban sus hermanos bastardos, los gafapastas cutres. Hoy en clase de física, cuchicheando entre ellos temas trascendentales de mierda que no interesan a nadie. Una vibración en su bolsillo le indicó la entrada de un mensaje.

Marta_

Perdona por no contestarte ayer. Me quedé sin batería.​

Una sonrisa se fue formando en su cara. Marta no se había enfadado, había sido la batería. Acababa de quitarse un peso de encima. Se mordió el labio inferior pensando una respuesta políticamente correcta que volviera a restablecer el status quo perdido cuando, de repente, entró un segundo mensaje.

Marta_

Tu padre se encarga por mi. Por eso, técnicamente no tengo que preocuparme de ese tema. Es lo bueno de estar en pareja.​

Levantó una ceja, sorprendido. Marta, de forma sutil, seguía el hilo de la conversación. La sonrisa de su cara mutó en una mueca ladina a la vez que se le empezaba a poner dura. Apuntó mentalmente quedar con Cristina cuanto antes para descargar los huevos que estaban a reventar.

Se rebulló en su asiento sin dejar de mirar la pantalla de su móvil. Las manos le empezaban a sudar por los nervios de la nueva conversación que quería retomar. Y, esta vez, no quería cagarla.

Cristian_

gracias por contestar. Me había asustado porque me habia gustado mucho poder hablar de estos temas contigo y pensé que te habías enfadado. Esta mañana estabas muy callada.

Marta_

cosas mías. No podría enfadarme contigo. Además, a mí también me gusta hablar contigo.​

Cristian_

me alegro. Creía que te molestó que me pajeara sin parar y que dejara restos de mi semen en pañuelos en el cajón.

Marta_

Tranquilo, estas en la edad. Y por lo del cajón no te preocupes. Puedes dejarlos ahí. Ya lo recogeré a la mañana, cuando limpio la casa.​

Si alguien de la clase se hubiera fijado en él en ese momento, habría visto a un muchacho con una sonrisa de bobalicón babeando sobre la pantalla del teléfono. Por suerte, la escasa asistencia de alumnos dejaba amplias zonas despobladas entre los pupitres.

Cambió de posición para acomodar la erección que le estaba apretando dentro del pantalón y reprimió el impulso de meterse la mano dentro para meneársela allí mismo.

Marta. Iba. A recoger. Su semen,

Cristian_

no T importa encargarte de ellos??

Marta_

claro que no. cada día recojo la ropa sucia que me dejas tirada por cualquier parte. Vaciar tu cajón no me cuesta nada. Solo son papeles.​

Cristian_

pues me haces un favor porque más de una vez me he olvidado de sacarlos. Te advierto que los dejo llenos. Ya has visto cuanto me corro.

Marta_

pues sí que lo he visto, sí. Anda que… menudo volcán estás hecho.​

Este era el momento preciso para dar una pequeña vuelta de tuerca. Escribió con rapidez y después releyó con cuidado antes de pulsar enviar. Cruzó los dedos para que no se enfadara.

Cristian_

oye y tú? todavía no me has dicho cuantas veces te corres a la semana.

Marta no contestó. Cristian aguardaba con el corazón en un puño. Era una pregunta escogida intencionadamente. Utilizando expresiones vulgares para intentar obligarla a utilizarlas de igual modo. El morbo de leer de su propia mano frases impropias de una mujer madura y sensata. Una pregunta muy íntima y delicada con cuya respuesta esperaba un nuevo acercamiento. Un peldaño más en esa oscura perversión sexual surgida desde el vídeo.

Marta_

Ay, Cristian. Eso no se pregunta.​

Sonrisa roedora de Cristian que la veía entrar al trapo.

Cristian_

venga tia, enrollate. Más o menos. Cuantas veces folláis papá y tú.

Marta_

Ayyy con la preguntita. Qué más dará eso. Pues… a ver… no sé… alguna que otra vez al mes, creo, no sé.​

Cristian_

al mes? una que otra? Joooder, eso es una mierda.

Marta_

Hijo, es lo que hay. Te acostumbras y terminas cayendo en la rutina. El sexo no es como en las películas. La mayor parte de las veces se resume en algo rapido y a dormir.​

Cristian_

porque sois unos muermos. Prueba cosas nuevas.

Marta_

como grabarnos en video como tú? Ni hablar. No me llama y me da vergüenza.​

Cristian_

no solo eso. Hacerlo en sitios raros con el riesgo de q os pillen. Posturas nuevas…

Alguna vez papá te ha lamido el culo a 4 patas mientras te hacia una paja??

Marta_

por favor, Cristian!!! q guarrada​

Cristian_

Jajaja, lo ves? No tienes ni idea. Se llama beso negro. Una lengua caliente y blandita acariciando esa zona tan delicada mientras t da el mayor placer q jamas hubieras imaginado. Si papa te lo hiciera, ibas a repetir cada noche.

De nuevo tiraba la caña a ver qué pescaba. Se la jugaba siendo tan soez pero no podía evitar tensar la cuerda. En unos pocos minutos se había puesto tan cachondo que apenas medía sus palabras. La erección dolía. Esperó y esperó. La réplica se hizo de rogar.

Marta_

Deberías ver menos porno. Tienes la cabeza llena de fantasías.​

Cristian_

Fantasias??? Buff, madre mia. Cuanto tienes que aprender.

Marta_

De ti??? Venga ya. A ver si ahora me vas a dar tu clases de sexo.​

Cristian_

Alguna que otra seguro q sí. Tengo mucha experiencia. Cris y yo no paramos de hacer cosas nuevas. Y hemos aprendido muchas mas, juntos.

Marta_

Jajaja, pero si sois unos crios, por dios​

Tuvo que levantar la vista y asegurarse de que nadie se diera cuenta del calentón que tenía. Se limpió el sudor de la frente y se acomodó de nuevo el paquete. Aquello estaba yendo muy bien. Releyó lo escrito hasta ahora y se tomó con calma su siguiente comentario.

Cristian_

Lo que tu digas, pero yo hago eyacular a mi novia cada vez que le como el culo. Cristina tiene que morder la almohada para que no se oigan los gritos. Alguna vez papá te ha dado placer así?

Silencio.

Cristian_

Y tú a él. Le has hecho gritar de placer con una mamada???

Nuevo silencio

Cristian_

sigues ahí?

Marta_

Cristian, por dios. Qué bochorno. Me haces unas preguntas que…​

Cristian_

ves? ahí tienes el primer error. Sois unos muermos. Si le hicieras a papá las mamadas que Cristina me hace a mí, te aseguro que no ibais a parar de tener sexo.

Marta_

y me lo dice un adolescente que apenas han dejado de salirle todos los granos​

Cristian_

¿Quieres que te envíe un vídeo de Cristina haciendome una, para que aprendas a hacérselo a papá?

Marta_

Qué, o sea, qué??? Oy, por favor!!!​

Cristian_

Si es para que aprendas.

Silencio

Cristian_

Es un video instructivo.

Silencio.

Cristian_

T lo paso, si o no?

Más silencio.

Cristian_

Dime!!

Marta había dejado de estar en línea. Chasqueó la lengua, enfadado consigo mismo. Lo había vuelto a hacer. De nuevo había tensado demasiado la cuerda y ella había terminado la conversación. La culpa era del calentón que llevaba que le hacía desbarrar. Para colmo la polla le iba a estallar.

Permaneció con el móvil en la mano, encendiéndolo de vez en cuando para comprobar si llegaba una respuesta, pero fue en vano.

La clase terminó y la gente empezó a levantarse de sus asientos. Miró alrededor, preocupado por si alguien pudiera fijarse en él y en el bulto que transportaba. Se hizo el remolón recogiendo los libros y no se levantó hasta que todos hubieron abandonado el aula.

—Mierda. Me van a reventar los huevos. Tengo que quedar con Cristina cuanto antes.



— · —​



Al otro lado de la red, Marta respiraba alterada. Lo había vuelto a hacer. Había permitido que la conversación virara por los mismos caminos que la noche anterior. Y no eran, para nada, los que se esperaba de la mujer madura y cabal.

Se sentía como una vieja verde intentando recuperar trozos perdidos de una adolescencia tardía. Colegueando con un adolescente con las hormonas a reventar como si fuera su confidente sexual en lugar de la consorte de su padre.

Encendió la pantalla de su móvil y releyó las últimas líneas de su conversación moviendo la cabeza en señal reprobatoria, enfadada consigo misma.

Mesó su cabello con los dedos de ambas manos desde la frente hasta la parte trasera de la cabeza donde las entrelazó levantando el pelo de la nuca para refrescarse mejor.

Cerró los ojos y se quedó con la cara hacia arriba continuando con sus hondas y largas respiraciones. Acto seguido, hizo lo que debió haber hecho el primer día. Cogió su móvil y, después de vaciar el chat con las conversaciones que nunca debió tener, borró el maldito vídeo. Abandonó el teléfono en el sofá y se fue a dar una ducha.

Una bien fría.


Fin capítulo II
 

ASeneka

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Que bueno saber de ti ASeneka, soy amigo de Dani, este último tiempo no lo ha pasado bien, luego supe que es porque terminó con Alba, el amor de su vida, me ha dicho que leerte me ayudará a entender que lo llevó a tomar esa decisión. :cool:
Jajaja, qué bueno verte. Recuerdos al pobre Dani, pero creo que estás confundido, Dani no terminó con Alba. Él le dio una oportunidad. A partir de ahí, queda toda una incógnita sobre su futuro.

Dale recuerdos al bueno de Dani.
 

Onayobmac

Virgen
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Jajaja, qué bueno verte. Recuerdos al pobre Dani, pero creo que estás confundido, Dani no terminó con Alba. Él le dio una oportunidad. A partir de ahí, queda toda una incógnita sobre su futuro.

Dale recuerdos al bueno de Dani.
Sí, supe que le dio "Una segunda oportunidad", que bien suena como continuación...;);):):cool:
 

ASeneka

Virgen
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que bien suena como continuación...;);):):cool:
De hecho, ya hay un proyecto de continuación. No sé si has leído ya MPE. Si lo has hecho, habrás visto la última frase del epílogo (la que pronuncia Mario) y que da pie al próximo relato. Todavía me estoy devanando los sesos para hilar una trama medianamente sostenible, pero ya tiene argumento. No puedo decir nada todavía y tampoco es seguro que vea la luz, pero puedo adelantar que estará Dani, Alba y alguno de los examigos de Alba.

Saludos, decano
 

Onayobmac

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De hecho, ya hay un proyecto de continuación. No sé si has leído ya MPE. Si lo has hecho, habrás visto la última frase del epílogo (la que pronuncia Mario) y que da pie al próximo relato. Todavía me estoy devanando los sesos para hilar una trama medianamente sostenible, pero ya tiene argumento. No puedo decir nada todavía y tampoco es seguro que vea la luz, pero puedo adelantar que estará Dani, Alba y alguno de los examigos de Alba.

Saludos, decano
Ya leí MPE, morbosa trama, aunque encontré algo aceleradas ciertas decisiones al final calza todo, la mandíbula me llegó al suelo con ese desenlace que ...
Espero te animes a publicar esa continuación, volver al universo de Dani y Alba se ha vuelto un ansioso deseo para quienes te venimos leyendo. Saludos te envían desde FP. :cool:
 
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Jugodevida

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Resaca de lujuria​



La mañana siguiente, durante el desayuno, fue una réplica del día anterior. Caras serias, miradas furtivas y mucha vergüenza escondida en el estómago de cada uno. Cristian no fue capaz de sostener la mirada de Marta; ella, la de Mario; y éste… no se enteraba de nada.

—Bueno, familia, me voy —dijo Mario levantándose de la mesa mientras recogía los restos de su desayuno.

Cristian, sentado frente a él, lo observó mientras se alejaba hacia la fregadera donde Marta se encontraba en ese momento.

Se dio cuenta de lo diferentes que ambos eran entre sí. Ella era pausada, sobria en su forma de ser, cabal. Su padre, en cambio, era la parte cómica de un circo ambulante. Siempre bromeando y de buen humor. Nunca veía el lado malo de las cosas. Positivo hasta la médula. Desordenado crónico. Improvisando cada movimiento e incapaz de recordar una fecha o evento.

Ella era guapa, altiva, con un cuerpo envidiable de busto generoso y líneas suaves y cuidadas. La madurez de un buen vino en una barrica de roble.

Su padre no destacaba por su físico o belleza. No tenía ese carisma que la caracterizaba a ella. Ese porte elegante que hacía girar las cabezas para mirarla dos veces. Y sin embargo…

Se la estaba follando.

Así, sin más, con su simpleza, con su aspecto anodino, con su poco o nada destacable físico. Ella le pertenecía en cuerpo y alma desde que se conocieron.

Enamorada como si de un embrujo se tratara. Y no lo podía comprender. No es que sintiera odio hacia su padre, todo lo contrario. Lo había adorado durante toda su vida. Le había dado la infancia más feliz que ningún niño pueda imaginar. Siempre a su lado, animándole. Consintiendo todo, ni un reproche, ni una mala mirada de decepción. Su padre era, sin duda, la persona más comprensible y alocada que ningún niño podría encontrar sobre la faz de la tierra.

Y ahí radicaba precisamente el problema. Cristian ya no era un niño. Había crecido y había madurado, pero su padre no. Ahora sus monerías y sus bromas le abochornaban. Su carácter sarcástico y atolondrado le avergonzaba frente a sus amigos.

¿De verdad alguien como él había podido conquistar a una mujer como Marta?

Hubiera preferido que fuera más serio y taciturno. Un padre para fardar frente a sus amigos tal y como fardaba de su madre, o de la propia Marta.

Marta.

No eran pocos los amigos que se empeñaban en acompañarle a casa solo para verla a ella. Quizás por eso nunca la aceptó en su vida. Ella era “La Otra”, la que apartó a su madre y ocupó su sitio. Verlos babear por ella era un desprecio hacia la verdadera mujer que debería estar ahí. Como si no existiera o como si fuera peor persona. La observó de espaldas en la encimera.

Su padre depositó la taza en el fregadero y se acercó por detrás hasta colocarse pegado a su espalda. La abrazó y escondió su cara tras su pelo.

—Me voy a trabajar—susurró al oído— pero esta vez volveré como un héroe para acabar mi misión.

Marta carraspeó incómoda. La referencia sexual hizo que se sintiera extraña con su hijo tan solo a un par de metros. Se forzó a sonreír y giró la cabeza para darle un casto beso en la mejilla.

—¡Y tú! —dijo señalando a Cristian con ambos dedos índices y los brazos extendidos, en un teatral ademán mientras arrastraba los pies hacia atrás con pasos cortos y rápidos en dirección a la puerta—, estudia mucho. Sorpréndelos.

—Claro, papá —contestó levantando el puño con desgana a modo de victoria. Intentando corresponder a la efusividad simulada de su padre.

—Ese es mi chico.

Mario mostraba una sonrisa de oreja a oreja. Esa que Marta tanto amaba junto con sus payasadas. Lo observó mientras desaparecía de la cocina, perdiendo sus pasos tras la puerta principal. Se sorprendió, sonriendo como una boba, mirando el hueco de la puerta por la que se había ido. Cuando volvió a la realidad, se dio cuenta de que estaba siendo observada por su ahijado, lo que hizo que se sintiera incómoda de nuevo. Borró la expresión de su cara y, con una breve e inaudible excusa, desapareció por la casa, dejándolo solo.

Cristian suspiró. Lo de anoche estaba siendo increíble hasta que se convirtió en una gran cagada. La conversación tan morbosa, la confianza con la que hablaron, el pajote, todo. Había congeniado con ella como si fuera una amiga de clase, antes de que todo se rompiera y se fuera a la mierda. Lo peor era que ya no podía verla como antes.

Se acabó el desayuno y se levantó de la mesa para ir a la universidad. Recogió su carpeta y un par de libros de su cuarto y se dirigió a la puerta principal.

—Me voy —gritó. Acto seguido, sin esperar respuesta, salió de casa.

Cerró tras de sí y suspiró de alivio. Estaba de pie sobre el felpudo. Había sido una situación un tanto agobiante y allí fuera parecía encontrar el oxígeno que le faltaba.

Iba a enfilar las escaleras cuando se dio cuenta de que su septuagenaria vecina, que vivía en la puerta de enfrente, también salía de su casa.

—Hola, Herminia. ¿Va usted a la calle?

—Si la montaña no va a Mahoma… —dijo girando la llave—. Un paseo y a la vuelta aprovecho para hacer las compras.

—¿Tan pronto?

—Ya sabes lo que dicen. A quien madruga… —Lo miró con sus ojos vivaces.

—¿Se levanta más temprano?

Abrió la boca para corregir a su joven vecino pero se lo pensó mejor.

—Sí, eso también.

Herminia era su vecina de toda la vida. Una mujer de figura apocada pero de mente lúcida y aspecto maléficamente saludable. De maneras muy incisivas, pero pausada en su actitud. Si hubiera nacido cuatro décadas más tarde, a buen seguro hubiera sido la primera mujer presidente del país o cuando menos, ministra de economía.

A Cristian no le caía especialmente bien ningún vecino, pero a ella la soportaba mejor que al resto, quizás por su actitud seca y desconfiada que le recordaba a sí mismo. La vieja caminó hacia el centro del pasillo con un carrito de la compra en la mano y un bolso colgado en el hombro contrario.

—El ascensor sigue roto —avisó él—. Tendrá que bajar los cinco pisos por las escaleras.

La anciana levantó la vista y miró el artefacto con pesadumbre. La nota de los técnicos seguía allí, en mitad de la puerta. Sus hombros parecieron desinflarse.

—No se preocupe. Aquí estoy yo para ayudarla. Deme eso —dijo en referencia al carrito y el bolso—, ande, démelo.

—No irás a robarme.

—Los héroes no roban —espetó—, salvan viejas.

Arrebató el carrito que portaba la señora e introdujo sus libros dentro. Después hizo lo mismo con el bolso que ella cedió con una mirada de odio fingido y se colgó todo al hombro. Acto seguido le ofreció el brazo libre a la mujer.

—Enhebre.

La anciana le tomó del brazo y soltó un suspiro. Quedaban muchos pisos por descender y juntos comenzaron a bajar escaleras. Una a una.

—Gracias muchacho. Si no fuera por ti…

—Sería por otro, Herminia. Se lo aseguro.



— · —​



Marta estuvo toda la mañana sola, entretenida con sus quehaceres y pensamientos. Necesitaba tiempo para aclararse y utilizó ese período para meditar y darle un buen repaso a su hogar.

Cuando por fin acabó, se sentó a descansar en el sofá del salón con una infusión en la mano. Se sorprendió al descubrir el teléfono móvil en su bolsillo como también se había sorprendido rebuscando entre los cajones de la mesilla de su ahijado sin ninguna razón aparente.

Decidió borrar el vídeo que le envió y la bochornosa conversación de la noche anterior. El intento por conseguir un acercamiento con el hijo de su pareja había quedado en el burdo colegueo sexual de una vieja verde.

Esperó a que el terminal se iniciara y buscó el archivo. Cuando lo tuvo delante no pudo evitar recordar sus imágenes. No iba a engañarse, la visión de aquel miembro la había turbado. Era un miembro digno de admiración aunque fuera de Cristian.

Sin pensarlo más, seleccionó el archivo y dirigió su dedo hacia el icono de borrado.

Justo antes de soltarlo, un tono audible indicó la entrada de un mensaje. Era de Cristian. Se lo había enviado la noche de ayer, justo después de apagar el móvil y entraba ahora con retraso. Abrió el mensaje y lo leyó sin poder evitar repasar toda la conversación de la noche con detenimiento. Suspiró y releyó por segunda vez.



— · —​



Cristian se sentía a gusto cuando encontraba la soledad en compañía de quien no representa nada en su vida. La universidad se estaba convirtiendo en su segunda casa. Y allí estaban sus hermanos bastardos, los gafapastas cutres. Hoy en clase de física, cuchicheando entre ellos temas trascendentales de mierda que no interesan a nadie. Una vibración en su bolsillo le indicó la entrada de un mensaje.

Marta_

Perdona por no contestarte ayer. Me quedé sin batería.​

Una sonrisa se fue formando en su cara. Marta no se había enfadado, había sido la batería. Acababa de quitarse un peso de encima. Se mordió el labio inferior pensando una respuesta políticamente correcta que volviera a restablecer el status quo perdido cuando, de repente, entró un segundo mensaje.

Marta_

Tu padre se encarga por mi. Por eso, técnicamente no tengo que preocuparme de ese tema. Es lo bueno de estar en pareja.​

Levantó una ceja, sorprendido. Marta, de forma sutil, seguía el hilo de la conversación. La sonrisa de su cara mutó en una mueca ladina a la vez que se le empezaba a poner dura. Apuntó mentalmente quedar con Cristina cuanto antes para descargar los huevos que estaban a reventar.

Se rebulló en su asiento sin dejar de mirar la pantalla de su móvil. Las manos le empezaban a sudar por los nervios de la nueva conversación que quería retomar. Y, esta vez, no quería cagarla.

Cristian_

gracias por contestar. Me había asustado porque me habia gustado mucho poder hablar de estos temas contigo y pensé que te habías enfadado. Esta mañana estabas muy callada.

Marta_

cosas mías. No podría enfadarme contigo. Además, a mí también me gusta hablar contigo.​

Cristian_

me alegro. Creía que te molestó que me pajeara sin parar y que dejara restos de mi semen en pañuelos en el cajón.

Marta_

Tranquilo, estas en la edad. Y por lo del cajón no te preocupes. Puedes dejarlos ahí. Ya lo recogeré a la mañana, cuando limpio la casa.​

Si alguien de la clase se hubiera fijado en él en ese momento, habría visto a un muchacho con una sonrisa de bobalicón babeando sobre la pantalla del teléfono. Por suerte, la escasa asistencia de alumnos dejaba amplias zonas despobladas entre los pupitres.

Cambió de posición para acomodar la erección que le estaba apretando dentro del pantalón y reprimió el impulso de meterse la mano dentro para meneársela allí mismo.

Marta. Iba. A recoger. Su semen,

Cristian_

no T importa encargarte de ellos??

Marta_

claro que no. cada día recojo la ropa sucia que me dejas tirada por cualquier parte. Vaciar tu cajón no me cuesta nada. Solo son papeles.​

Cristian_

pues me haces un favor porque más de una vez me he olvidado de sacarlos. Te advierto que los dejo llenos. Ya has visto cuanto me corro.

Marta_

pues sí que lo he visto, sí. Anda que… menudo volcán estás hecho.​

Este era el momento preciso para dar una pequeña vuelta de tuerca. Escribió con rapidez y después releyó con cuidado antes de pulsar enviar. Cruzó los dedos para que no se enfadara.

Cristian_

oye y tú? todavía no me has dicho cuantas veces te corres a la semana.

Marta no contestó. Cristian aguardaba con el corazón en un puño. Era una pregunta escogida intencionadamente. Utilizando expresiones vulgares para intentar obligarla a utilizarlas de igual modo. El morbo de leer de su propia mano frases impropias de una mujer madura y sensata. Una pregunta muy íntima y delicada con cuya respuesta esperaba un nuevo acercamiento. Un peldaño más en esa oscura perversión sexual surgida desde el vídeo.

Marta_

Ay, Cristian. Eso no se pregunta.​

Sonrisa roedora de Cristian que la veía entrar al trapo.

Cristian_

venga tia, enrollate. Más o menos. Cuantas veces folláis papá y tú.

Marta_

Ayyy con la preguntita. Qué más dará eso. Pues… a ver… no sé… alguna que otra vez al mes, creo, no sé.​

Cristian_

al mes? una que otra? Joooder, eso es una mierda.

Marta_

Hijo, es lo que hay. Te acostumbras y terminas cayendo en la rutina. El sexo no es como en las películas. La mayor parte de las veces se resume en algo rapido y a dormir.​

Cristian_

porque sois unos muermos. Prueba cosas nuevas.

Marta_

como grabarnos en video como tú? Ni hablar. No me llama y me da vergüenza.​

Cristian_

no solo eso. Hacerlo en sitios raros con el riesgo de q os pillen. Posturas nuevas…

Alguna vez papá te ha lamido el culo a 4 patas mientras te hacia una paja??

Marta_

por favor, Cristian!!! q guarrada​

Cristian_

Jajaja, lo ves? No tienes ni idea. Se llama beso negro. Una lengua caliente y blandita acariciando esa zona tan delicada mientras t da el mayor placer q jamas hubieras imaginado. Si papa te lo hiciera, ibas a repetir cada noche.

De nuevo tiraba la caña a ver qué pescaba. Se la jugaba siendo tan soez pero no podía evitar tensar la cuerda. En unos pocos minutos se había puesto tan cachondo que apenas medía sus palabras. La erección dolía. Esperó y esperó. La réplica se hizo de rogar.

Marta_

Deberías ver menos porno. Tienes la cabeza llena de fantasías.​

Cristian_

Fantasias??? Buff, madre mia. Cuanto tienes que aprender.

Marta_

De ti??? Venga ya. A ver si ahora me vas a dar tu clases de sexo.​

Cristian_

Alguna que otra seguro q sí. Tengo mucha experiencia. Cris y yo no paramos de hacer cosas nuevas. Y hemos aprendido muchas mas, juntos.

Marta_

Jajaja, pero si sois unos crios, por dios​

Tuvo que levantar la vista y asegurarse de que nadie se diera cuenta del calentón que tenía. Se limpió el sudor de la frente y se acomodó de nuevo el paquete. Aquello estaba yendo muy bien. Releyó lo escrito hasta ahora y se tomó con calma su siguiente comentario.

Cristian_

Lo que tu digas, pero yo hago eyacular a mi novia cada vez que le como el culo. Cristina tiene que morder la almohada para que no se oigan los gritos. Alguna vez papá te ha dado placer así?

Silencio.

Cristian_

Y tú a él. Le has hecho gritar de placer con una mamada???

Nuevo silencio

Cristian_

sigues ahí?

Marta_

Cristian, por dios. Qué bochorno. Me haces unas preguntas que…​

Cristian_

ves? ahí tienes el primer error. Sois unos muermos. Si le hicieras a papá las mamadas que Cristina me hace a mí, te aseguro que no ibais a parar de tener sexo.

Marta_

y me lo dice un adolescente que apenas han dejado de salirle todos los granos​

Cristian_

¿Quieres que te envíe un vídeo de Cristina haciendome una, para que aprendas a hacérselo a papá?

Marta_

Qué, o sea, qué??? Oy, por favor!!!​

Cristian_

Si es para que aprendas.

Silencio

Cristian_

Es un video instructivo.

Silencio.

Cristian_

T lo paso, si o no?

Más silencio.

Cristian_

Dime!!

Marta había dejado de estar en línea. Chasqueó la lengua, enfadado consigo mismo. Lo había vuelto a hacer. De nuevo había tensado demasiado la cuerda y ella había terminado la conversación. La culpa era del calentón que llevaba que le hacía desbarrar. Para colmo la polla le iba a estallar.

Permaneció con el móvil en la mano, encendiéndolo de vez en cuando para comprobar si llegaba una respuesta, pero fue en vano.

La clase terminó y la gente empezó a levantarse de sus asientos. Miró alrededor, preocupado por si alguien pudiera fijarse en él y en el bulto que transportaba. Se hizo el remolón recogiendo los libros y no se levantó hasta que todos hubieron abandonado el aula.

—Mierda. Me van a reventar los huevos. Tengo que quedar con Cristina cuanto antes.



— · —​



Al otro lado de la red, Marta respiraba alterada. Lo había vuelto a hacer. Había permitido que la conversación virara por los mismos caminos que la noche anterior. Y no eran, para nada, los que se esperaba de la mujer madura y cabal.

Se sentía como una vieja verde intentando recuperar trozos perdidos de una adolescencia tardía. Colegueando con un adolescente con las hormonas a reventar como si fuera su confidente sexual en lugar de la consorte de su padre.

Encendió la pantalla de su móvil y releyó las últimas líneas de su conversación moviendo la cabeza en señal reprobatoria, enfadada consigo misma.

Mesó su cabello con los dedos de ambas manos desde la frente hasta la parte trasera de la cabeza donde las entrelazó levantando el pelo de la nuca para refrescarse mejor.

Cerró los ojos y se quedó con la cara hacia arriba continuando con sus hondas y largas respiraciones. Acto seguido, hizo lo que debió haber hecho el primer día. Cogió su móvil y, después de vaciar el chat con las conversaciones que nunca debió tener, borró el maldito vídeo. Abandonó el teléfono en el sofá y se fue a dar una ducha.

Una bien fría.


Fin capítulo II
Me matan los adolescentes salidos que se creen los inventores del sexo, pienso que se va a ligar a la madrasta porque tiene una buena baza y ella la conoce, ¡espero que le de su merecido al arrogante plebeyo! que va de follachicas y además dando consejos de como hacerlo. Me gusta como lo llevas, espero la tercera parte. Un saludo. 😊
 

ASeneka

Virgen
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Saludos te envían desde FP. :cool:
Buena gente. Una pena que ya no pueda entrar. Ya sabrás que me echaron. La razón: "uso de la página con fines publicitarios".

Intenté hablar con los admin para explicarme y conseguir desbloquear el tema, pero fue imposible. Por un lado, mi cuenta estaba inoperativa, y una nueva que creé, no la terminaban de aceptar. Total, que recurrí a Zaik para que les pasara mi mensaje, pero... no solo no creyeron mis argumentos (te juro que no sabía que no se podía hablar de mis relatos en amazon, todo el mundo lo hace de forma velada y pensé que era algo normal, "la oTRa orilla", "la selva"...), sino que, además, me acusó de maniobrar hábil y maledicentemente para aprovecharme de los miles de accesos de la página.

Lamentablemente, ese admin (que fue quien me expulsó), no tuvo en cuenta los accesos que, los creadores de contenido como yo, generan publicando sus relatos GRATUITAMENTE. Sin ir más lejos, el hilo que creó Zaik sobre LCDI, ha generado más de 320 mil accesos. Digo yo que podían haberme dado un aviso y borrar mi post, o banearme una semana, pero... de por vida???

En fin, como digo, una lástima, pero es lo que hay y si algo tiene internet, es que es muy grande y hay muchos foros donde publicar.

A la larga, expulsar a quien genera tráfico, accesos, comentarios, etc, no suele ser una buena idea. Pecaron de soberbia, creo.

El tiempo lo dirá.

Un saludo.
 

salocb

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Buena gente. Una pena que ya no pueda entrar. Ya sabrás que me echaron. La razón: "uso de la página con fines publicitarios".

Intenté hablar con los admin para explicarme y conseguir desbloquear el tema, pero fue imposible. Por un lado, mi cuenta estaba inoperativa, y una nueva que creé, no la terminaban de aceptar. Total, que recurrí a Zaik para que les pasara mi mensaje, pero... no solo no creyeron mis argumentos (te juro que no sabía que no se podía hablar de mis relatos en amazon, todo el mundo lo hace de forma velada y pensé que era algo normal, "la oTRa orilla", "la selva"...), sino que, además, me acusó de maniobrar hábil y maledicentemente para aprovecharme de los miles de accesos de la página.

Lamentablemente, ese admin (que fue quien me expulsó), no tuvo en cuenta los accesos que, los creadores de contenido como yo, generan publicando sus relatos GRATUITAMENTE. Sin ir más lejos, el hilo que creó Zaik sobre LCDI, ha generado más de 320 mil accesos. Digo yo que podían haberme dado un aviso y borrar mi post, o banearme una semana, pero... de por vida???

En fin, como digo, una lástima, pero es lo que hay y si algo tiene internet, es que es muy grande y hay muchos foros donde publicar.

A la larga, expulsar a quien genera tráfico, accesos, comentarios, etc, no suele ser una buena idea. Pecaron de soberbia, creo.

El tiempo lo dirá.

Un saludo.
Una pena lo que te hicieron en el otro foro.
Han perdido a un gran escritor.
 

Rafax

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Buena gente. Una pena que ya no pueda entrar. Ya sabrás que me echaron. La razón: "uso de la página con fines publicitarios".

Intenté hablar con los admin para explicarme y conseguir desbloquear el tema, pero fue imposible. Por un lado, mi cuenta estaba inoperativa, y una nueva que creé, no la terminaban de aceptar. Total, que recurrí a Zaik para que les pasara mi mensaje, pero... no solo no creyeron mis argumentos (te juro que no sabía que no se podía hablar de mis relatos en amazon, todo el mundo lo hace de forma velada y pensé que era algo normal, "la oTRa orilla", "la selva"...), sino que, además, me acusó de maniobrar hábil y maledicentemente para aprovecharme de los miles de accesos de la página.

Lamentablemente, ese admin (que fue quien me expulsó), no tuvo en cuenta los accesos que, los creadores de contenido como yo, generan publicando sus relatos GRATUITAMENTE. Sin ir más lejos, el hilo que creó Zaik sobre LCDI, ha generado más de 320 mil accesos. Digo yo que podían haberme dado un aviso y borrar mi post, o banearme una semana, pero... de por vida???

En fin, como digo, una lástima, pero es lo que hay y si algo tiene internet, es que es muy grande y hay muchos foros donde publicar.

A la larga, expulsar a quien genera tráfico, accesos, comentarios, etc, no suele ser una buena idea. Pecaron de soberbia, creo.

El tiempo lo dirá.

Un saludo.
Hola mundo y hola de nuevo Maestro!!!!......FP se quedará muy solo.
la vida sigue y se aprende caminando. Lo importante es que no estás solo.
 

ASeneka

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Cristina​



Cristian pasó el resto del día en casa de Cristina donde se quedó a cenar, invitado por sus padres. Era viernes y al día siguiente no había clase por lo que no tendría que madrugar.

La madre de su novia era una excelente cocinera que se desvivía por agasajar a la pareja de su hija. Cristian no desaprovechó la ocasión para disfrutar de lo bien que cocinaba así como de su agradable compañía. Además de atenta, era una mujer de muy buen ver. Ojalá Cristina mantuviera su belleza de mayor tal como ella.

Un mensaje hizo vibrar el teléfono en su bolsillo. Lo miró con disimulo dejándolo oculto bajo la mesa. Era de su novia que estaba sentada a su lado.

Cristina_
deja de mirarla tanto.

Cristian_
el qué? Pero si no he hecho nada.

Cristina_
no te hagas el tonto. Hasta Tomás se está mosqueando.

Cristian_
joder, Cristina, no sé. Habrá sido sin querer. Te juro que no me he fijado en tu madre para nada.
Cristina_
sí, ya. Pues le vas a desgastar las tetas y el culo de los repasos que le estás pegando.

Intercambió una mirada con su novia a modo de disculpa y siguió cenando con la cabeza gacha. Cristina se había mosqueado por nada. No era culpa suya si su madre le ponía el escote en la cara cada vez que se agachaba para servir la cena.


— · —​


En casa de Marta las cosas se habían normalizado bastante. Había pasado la tarde fuera del domicilio, paseando con su pareja, lo que permitió que su mente se despejara y se alejara del recuerdo de aquellas turbias conversaciones que nunca debió tener.

Una ducha fresca y una cena frugal en la entrañable compañía hogareña de su amor, tras una botella de buen vino y dos capítulos seguidos de su serie de actualidad favorita, terminaron por limpiar su mente y su alma por completo, recostada en el sofá junto al hombro de Mario. Como en los viejos tiempos.

Lo abrazó, notando su calor, y se dio cuenta de que necesitaba tenerlo más cerca. Una chispa había prendido en su interior.

—Voy a leer un poco en la cama. Te espero despierta, ¿vale?

Ni tan siquiera la miró. Entonces ella acarició su cara posando su palma en ella y volteándola con delicadeza hasta cruzar su mirada. Besó sutilmente la punta de sus labios y le susurró al oído un leve gemido.

La seña.

Ahora sí pareció verla por primera vez y sonrió con semblante lobuno.

—Cama, despierta: entendido. Cuenta conmigo. —Guiño un ojo—. Voy en cuanto acabe el capítulo, enfermera Zorrinton. No se duerma hasta que llegue el soldado Puerkins, ¿de acuerdo?

Marta lo adoró y tuvo que dar su respuesta por válida. Se levantó y se dirigió a su cuarto, se metió en la cama y se dispuso a leer hasta que decidiera acudir a sus brazos.

Con la espalda apoyada contra el cabecero, cogió el libro de la mesilla y lo posó sobre sus rodillas flexionadas. Carraspeó suavemente dos veces y comenzó la lectura.

Diez minutos después no había podido pasar de la primera página. Su mente recurría una y otra vez a la misma imagen que la había rondado los dos últimos días. Cerró los ojos, se masajeó las sienes y aspiró profundamente. No podía dejar de pensar en lo mismo una y otra vez.

«¿Por qué coño me enviaría aquel puto vídeo?»

Estiró el brazo hacía la mesilla y se hizo con el móvil. Lo encendió y, sin saber por qué, buscó en la galería. Chasqueó la lengua cuando recordó que el archivo ya no estaba. Apoyó el aparato contra su pecho y suspiró desconsolada. Miró hacia la puerta con la esperanza de ver a su pareja entrar por ella.

«Apaga la tele y ven de una puta vez».


— · —​


Cristian y Cristina veían una película sentados en el sofá frente al televisor. Habían acabado de cenar y sus “suegros”, que estaban en el sofá contiguo que formaba un ángulo recto con el suyo, les hacían compañía.

Pudo entonces fijarse en ellos con detenimiento. Teresa no era una mujer espectacular, no gozaba de una belleza superior ni tenía un cuerpo de infarto. Sin embargo, en su conjunto, irradiaba esa luz que pocas mujeres poseen, era una mujer vivaz y rápida de entendimiento, pero, al mismo tiempo, con una candidez que despertaba mucho morbo.

Ella le quería mucho, lo notaba. Siempre atenta y dispuesta a complacer al novio de su hija. Tan formal, tan guapo pero, sobre todo, tan buen partido. Universitario, nada menos. A ojos de Teresa, era lo mejor que le había pasado a su hija. Nada que ver con sus otros novios desgarramantas que no tenían dónde caerse muertos.

Tomás, su actual marido, era otra cosa. Seco, hosco, nada hablador. Solía responder con monosílabos o, en el peor de los casos, repitiendo en forma de pregunta lo que su presumible yerno acababa de decir, pero como si fuera algo malo. Taciturno y temperamental, de esos que siempre están enfadados y pueden estallar en cualquier momento.

No era el padre de Cristina. Teresa se casó con él después de haber convivido durante muchos años con el padre de su hija, un hippy sin oficio ni beneficio. Tal vez por eso estaba con Tomás, por la estabilidad que no había sido capaz de encontrar con el anterior.

Una vibración en su bolsillo le sacó de su ensimismamiento y le hizo poner los ojos en blanco. Sacó el aparato del bolsillo con la mirada de Cristina clavada en su cogote. Se estaba pasando de celosa.

Leyó la pantalla con disimulo. Para su sorpresa, el mensaje era de Marta.

Marta_
sí.
Cristian_
cómo?
Marta_
digo que sí. Que me lo envíes.
Tardó unos momentos en comprender pero un breve repaso a la conversación iluminó su cara.

Cristian_
el video de Cristina? estás segura?
Marta_
Cosas mias. Ademas, ya he visto el otro, no? pues eso
No se lo pensó un solo segundo. Lo buscó en la galería con dedos nerviosos y pulsó la tecla de envío con el corazón a mil por hora. Marta iba a verle corriéndose en la cara de Cristina que, sentada a su lado, miraba intrigada el continuo tecleo de su novio. Con un movimiento de la barbilla hacia su móvil le inquirió por su conversación.

—La novia de mi padre —susurró—. Me pregunta si llegaré tarde.

Cristina asintió con una caída de ojos, comprendiendo.

—Le he dicho que estoy contigo. Me da recuerdos para ti —añadió él— y me felicita por salir con una chica tan guapa y de un cutis tan cuidado. Le he dicho que parte del mérito es mío.

Era una confesión velada. Siempre bromeaba sobre la tersura de su tez y lo hidratada que le quedaba cada vez que se corría sobre ella. A Cristina no le gustaba que la lefara, pero permitía esa perversión que volvía loco a su novio. Puso los ojos en blanco y movió la cabeza en sentido reprobatorio.

—Si ella supiera… —susurró ella en su oído.

Cristian le guiñó un ojo y suspiró.

«Lo sabe —pensó para sí—. Y ahora lo va a ver con sus propios ojos».


— · —​


Marta no daba crédito. Era la segunda vez que reproducía el video de varios minutos de duración y aun le costaba reconocer a la buena de Cristina en esa guarrona que, arrodillada frente a su ahijado, mamaba su enorme polla.

El vídeo empezaba con un primer plano de su cara sonriendo, tímida, a la cámara. Después, la imagen se alejaba poco a poco hasta mostrar su busto. Se oía la voz de él pidiendo cosas desde detrás de la cámara, más bien ordenándolas. Ella protestaba dócilmente por sentirse grabada e intentaba ocultarse y evitar primeros planos. Como atuendo solo llevaba una camisa bajo la cual se adivinaba que estaba en bragas.

Al final, terminó abriéndose varios botones hasta descubrir el nacimiento de unos pechos firmes y enhiestos. Marta no pudo evitar hacer comparaciones.

El pollón de Cristian apareció en erección por la parte inferior de la pantalla. Era enorme. Cristina lo cogió con una mano y lo masajeó. Después puso la otra seguida de la primera y continuó la paja a dos manos. Aún quedaba parte de polla sin cubrir.

Besó la punta de su miembro una vez, después otra y otra. Cada vez se entretenía más tiempo en separar los labios hasta que, por fin, se introdujo el miembro en la boca.

Marta se aclaró la garganta y se atusó el pelo. De repente empezaba a hacer demasiado calor. Continuó viendo el vídeo, absorta, durante los minutos que duraba la grabación. Polla, labios, polla, succión, polla, paja, polla, semen.

La joven no dejaba de mirar a la cámara de hito en hito. Se veía que le ponía nerviosa ser grabada. Se preguntó si sabría dónde había terminado ese vídeo. Si sabría que, en ese preciso momento, su virtual “suegra” la estaba viendo arrodillada como una cualquiera.

Le incomodó pensar que Mario pudiera hacer algo parecido llegado el caso, enseñando alguna de sus intimidades a sus espaldas. Sintió una mezcla de pánico y vergüenza al imaginar que algún desconocido o peor, alguien de su entorno cercano, pudiese reconocerla en alguna actitud obscena.

La polla de Cristian seguía ocupando la mayor parte de su atención. Grande, gruesa, preciosa y húmeda. Cristina chupaba y besaba su glande que no dejaba escapar de entre sus labios impregnados de saliva mientras masajeaba el resto del tronco con ambas manos.

La acción continuó hasta que la imagen de su cara repleta de esperma se congeló, quedando estática en la pantalla. Marta observó, absorta, el semen repartido por toda su tez y parte del escote. Se apartó un mechón de los ojos deslizándolo por detrás de la oreja y se pasó la lengua por los labios resecos.

En ese momento, Mario entró al dormitorio y se colocó de pie en el lado derecho de la cama, justo en el borde contrario donde estaba ella.

—Se presenta el soldado Puerkins —dijo él. Se bajó el pantalón del pijama y el calzoncillo hasta las rodillas de manera teatral y señaló su pene—. Dígame doctora, ¿Podrá volver a tocar el piano?

Mostraba un miembro aún flácido que hizo balancear de un lado a otro con un movimiento de cadera. Tenía los brazos en jarras y miraba a su amada con esa eterna sonrisa entre traviesa y burlona. Marta había tapado la pantalla del móvil contra su pecho mientras lanzaba una mirada que Mario no supo descifrar.

Se percató de que ella tenía las mejillas coloradas y su respiración era agitada. Su mirada de leona lo escrutaba de un modo que podía encontrarse entre el deseo y el hambre. Su pene comenzó a levantarse.

—Soldado Puerkins colocándose en posición de firmes, doctora.

Marta se fijó en cómo se hinchaba, en su tamaño, su diámetro y su forma hasta que estuvo en completa erección. Nada que ver con ese pedazo de polla que acababa de ver manar chorros de semen sobre la cara de Cristina.

Clavó en él una mirada cargada de lujuria mientras apagaba su móvil y lo dejaba sobre la mesilla. Destapó las mantas y se incorporó.

—Cristian está en casa de su novia y volverá tarde. ¿Te gustaría hacer algo nuevo?

—Le advierto, señora, que tengo la bayoneta calada —dijo deshaciéndose del pantalón con dos patadas—. Dígame dónde debo clavar.

Marta sonrió y gateó hasta su lado de la cama quedando frente a él, de rodillas. Sus ojos estaban a la misma altura.

—Quiero que me lamas el culo a cuatro patas.

—Joder, Marta —exclamó dando un respingo—. No me jodas.

—Venga, va. Por probar algo diferente. Estoy muy caliente y me da morbo.

Él hizo un mohín.

—Uf, no sé. Joder, es que… yo pensaba que íbamos a follar normal. Pídeme otra cosa, anda.

La decepción en el semblante de Marta no pasó desapercibida para su amante que se replanteó seriamente desdecirse de sus palabras.

—Era por sentir tu lengua caliente ahí detrás mientras me pajeas.

—Pero… ¿el culo? Ay, no sé, amor…

—Si me lo haces, te chupo la polla y te dejo que te corras en mi boca… o en mi cara.

Mario dudó. Eso que su amada le proponía no era nada frecuente. Podía contar, con los dedos de una sola mano, las ocasiones que lo habían practicado. Aun así, y aunque una mueca nerviosa había asomado de manera fugaz, las arrugas de su frente no terminaban de fundirse por completo.

—A ver, amor, que no digo que no desee con toda mi alma que me la comas hasta el final y luego verte toda llena de lefa mía, pero… ¿lo de lamerte ahí? No sé, me da cosa.

—Y te dejo que me grabes en vídeo—añadió ofreciéndole el móvil que había recuperado de la mesilla.

No hubo más negociación.


— · —​


Cristian volvió a su domicilio a las tantas de la noche. Por primera vez desde que salía con Cristina, apenas había podido meterse mano con ella en su portal. Estaba rara, como enfadada. Total, que llevaba un calentón de tres pares. Caminó despacio. A lo mejor el frescor de la noche ayudaba a rebajar la temperatura interior.

El bloque donde vivía no estaba lejos. Cuando llegó, subió los cinco pisos hasta su vivienda, metió la llave en la puerta principal y, con sigilo para no despertar a nadie, se coló dentro. Caminó sin hacer ruido por el pasillo hasta su habitación.

Se desvistió y, antes de meterse en la cama, echó un último vistazo al móvil. No había ningún mensaje de Cristina. Sopesó escribirle algo en señal de bandera blanca para intentar sonsacarle una conversación y conseguir un acercamiento, pero se lo pensó mejor. Eso podría verse como una señal de debilidad y él no era de los que hincaba la rodilla.

Por curiosidad entró en el chat de Marta, descubriendo con sorpresa que se encontraba en línea. Levantó una ceja, no eran horas para estar trasteando con el whatsapp.

Cristian_
aún estás despierta?
Marta_
Ah, vaya, Cristian. Pues sí, me he desvelado y estaba revisando correos. Tu padre, en cambio, duerme como un tronco
Cristian_
viste el vídeo?
No contestó aunque la pantalla indicaba que seguía conectada. Esperó paciente. Esta vez había decidido no pecar de ansioso. La barra superior mostraba “escribiendo”, pero lo hacía de manera intermitente. Al parecer Marta escribía y borraba constantemente. Por fin llegó la contestación.

Marta_

Cristian_
te gustó?
De nuevo se hizo de rogar y, de nuevo, la barra superior marcaba y desmarcaba en señal de que ella estaba reescribiendo una y otra vez.

Marta_
tu eyaculacion es de campeonato.
Cristian_
pero te gustó?
Marta_
no esta mal.
Cristian_
Que no esta mal?? Has visto cómo la chupa?
Marta_
Sin duda esa niña te quiere mucho. Hay que ver lo que te hace. …y lo que se deja hacer.
Cristian_
Porque le encanta, como a mi.
Otra vez el silencio.

Cristian_
Mi padre lo ha visto?
Marta_
no, no, ni hablar, eso queda entre tu y yo. Te lo pedi por curiosidad, pero no lo voy a enseñar a nadie
Cristian_
Curiosidad y algo mas. Reconoce que te pone un poco.
Nuevo silencio, pero esta vez Cristian sonrió como un lobo. Su mutismo no era por vergüenza sino porque no se atrevía a decir la verdad.

Cristian_
Venga, reconocelo, te da morbo.
Dime, venga. Al menos merezco que me pagues con un poco de sinceridad.
Marta volvió a escribir y borrar unas cuantas veces.

Marta_
Bueno, un poco, igual si. Pero tampoco te vayas a pensar. Que si te lo pedí fue para ver como lo haceis los jovenes. Por lo que habíamos hablado ayer, ya sabes.
Nueva sonrisa lobuna. Una pequeña concesión, pero un gran paso hacia una conversación deseaba tener con aquella madura.

Cristian_
Porno duro en directo, con personas de tu entorno. Lo habras flipado.
Marta_
Ya te digo, jajaja, y no creas que no he pasado un poco de verguenza. Y a ti? no te importa que te haya visto asi? con Cris, de esa manera?
Cristian_
Bah, queda entre tu y yo. Ademas, despues de lo de la paja, me hace sentir mejor que tb conozcas esto. Siento que tengo mas confianza contigo.
Marta_
Ay, gracias. A mi tb me gusta sentir esta confianza mutua.
Cristian inspiró hondo y soltó el aire despacio, preparándose para el segundo asalto.

Cristian_
Marta…
Marta_
Dime.
Cristian_
Que me hayas visto, me pone un poco. No sé, quizas sea un rollo exhibicionista, pero ahora mismo, la tengo un poco dura.
Ella no contestó y, tras un rato considerable sin recibir respuesta, se preguntó si no habría metido la pata.

Cristian_
T ha molestado?
Marta_
No, no, en absoluto.
Cristian_
¿Sabes? me gusta mucho hablar contigo de estos temas. Nunca habia tenido la confianza con nadie para abrirme de esta manera.
Marta_
A mi tb
Cristian_
Entonces… no te ha molestado que este empalmado por hablar contigo?
Marta_
No, no, claro y, al final, es lo que pasa cuando te pones a hablar de sexo, quieras que no, es un tema que… bueno
Cristian_
Joder, es q contigo es diferente, sabes? pq tu para mi estas de otro nivel. Madura, superresponsable… eres como una madre, y q me veas y lo aceptes sin enfadarte o criticarme es… como una liberacion.
Marta_
Te entiendo. Quizas a mí tb me guste hablar contigo de esto. Me gusta q tengamos esa confianza
Cristian_
Entonces… no hay mal rollo pq me ponga a cien hablando de esto contigo?
Marta_
Bueno, a ver, para ser sincera, a mi tb me pone un poco
Se relamió y se mojó los labios. Estaba yendo todo a las mil maravillas. Entre el calentón, con Cris en su casa, y esto, tenía los huevos a reventar. Se pasó la mano por la frente apartando el sudor que le producían los nervios. Respiró hondo por lo que iba a hacer y soltó el aire despacio.

Cristian_
Marta…
Marta_
Dime
Cristian_
Me estoy haciendo una paja.
Silencio.

Cristian_
Marta, me oyes?? me estoy pajeando. Es q estoy tan cachondo que… me estoy sobando mientras hablo contigo.
Silencio de un minuto que Cristian no se atrevió a interrumpir. Se la había jugado al todo o nada y aquí terminaba la historia si ella no seguía el juego.

Marta_
Yo tb
Cristian_
En serio!!!???
Marta_
Un poco. Por encima de la ropa
Cristian_
Q pasada. No se me va a olvidar esto en la vida. M gusta un monton poder hablar contigo de estos temas
Marta_
A mi tb me gusta. Y tb de lo que haces con tu novia.
Cristian_
sabes q me gustaria quitarte la camiseta y verte las tetas? Una vez te vi como se transparentaban y ya no he podido olvidar tus pezones oscuros
Los espacios entre cada mensaje de Marta eran interminables.

Marta_
Y a mi ver tu video.
Cristian_
Me gustaria comerte el coño.
Cristian_
Me oyes? quiero comerte el coño y hacer que te corras en mi boca.
Cristian_
Y me pone imaginar q t follo
Cristian_
A ti??? T gustaria???
Cristian_
estas ahi??? Dime
Marta_
si.
Cristian_
Que sí estás o que T gustaria q T follara??
Marta_
si, me gusta
Cristian_
Siiii, joder, que buena estas. me voy a correr con la imagen de tu cara llena de lefa. Pensando que eres tu, que te follo.
Cristian_
Marta, voy a correrme
Cristian_
Dime algo, por favor. No aguanto mas. Voy a correrme.
Silencio

Cristian_
Venga, dime, joder!! quiero que nos corramos juntos. Tu y yo. Ufff, no aguanto, mmmmm

Cristian apenas podía sujetar el teléfono mientras apuraba hasta el último de los estertores que su enorme orgasmo le producía. Tuvo que ponerse la almohada sobre la cara para ahogar sus gemidos y no despertar a todo el bloque. Después, respiró a bocanadas intentando recuperar el resuello.

Cuando las pulsaciones volvieron a su latencia regular y la sangre regó de nuevo las partes de su cerebro necesarias para pensar con claridad, miró de nuevo el móvil. Marta seguía en silencio, pero no se atrevió a enviar otro mensaje más hasta que ella diera el paso. Aguardó con el corazón en un puño deseando que ella diera señales de que seguía allí. Por fin, un buen rato después, llegó el sonido de un mensaje.

Marta_
Cristian.
Cristian_
dime
Marta_
tenemos que olvidar esto.
Cristian_
el qué?
Marta_
ya sabes el qué. Se nos ha ido la cabeza y mira cómo hemos acabado. No está bien que un adolescente y la pareja de su padre se digan estas cosas.
Cristian_
que seas su pareja es lo de menos. Los dos queremos follar juntos. Y lo sabes.
Marta_
no, no queremos. Tú quieres estar con Cristina y yo simplemente quería… no sé ni lo que quería. Se nos ha ido de las manos con el calentón.
Cristian_
a mí ya se me ha bajado el calentón y sigo queriendo follarte. Muchas de las pajas que dejo en los pañuelos del cajón han sido por ti… mamá.
Marta_
Calla, no digas eso. Y no me llames así, no soy tu madre.
Cristian_
Lo eres desde que ocupaste su lugar. Tú me quieres y yo te quiero a ti. Es inevitable que tenga estos sentimientos
Marta_
Que?? pero qué?? Esto ha sido una calentura, un desvario por culpa del momento. Y por eso estas confundiendo las cosas. Mira, mejor lo hablamos mañana cuando no esté tu padre. Ahora duermete y descansa.
Le deseó lo mismo a ella, pero ninguno de los dos pegó ojo aquella noche. Cristian por la excitación, Marta por el arrepentimiento.

Fin capítulo III
 
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